
Se atribuye al estudio que publicó Denis de Rougemont en los años treinta la primicia de que el amor, tal y como lo conocemos en Occidente, fue un invento francés del siglo XII. Esto ha quedado ya como un lugar común que, siendo una simplificación que la historiografía posterior se encargó de investigar y matizar, no deja de esbozar cierta verdad: el román cortés que se trabajó en la Francia de la segunda mitad de aquel siglo contribuyó en gran medida a crear una nueva forma de entender el amor literario en Europa. La dama se volvió inaccesible para el caballero, que la convirtió en objeto de adoración: el auténtico amor iba más allá de lo carnal y sus lances se basaban en méritos a los que pocos podían tener acceso. A ello contribuyó, en buena medida, el hecho de que las historias se pensasen también para el gusto femenino en las cortes. De la tradición oral, que difundían los trovadores, se pasó a la novela a cargo de clérigos e intelectuales; uno de estos intelectuales fue Chrétien de Troyes (1130 - 1183), quien tiene el honor de ser considerado el primer novelista europeo, tal y como se entiende hoy el término. El román se relaciona directamente con el concepto de 'lengua romance' ya que una de sus principales características formales fue la opción por la escritura en lengua vulgar, para poder ser ampliamente leídas en las cortes. Así pues, la novela fue una más de las modernidades que trajo consigo el Renacimiento del siglo XII.
Sobre si puede considerarse a Chrétien humanista en mayor o menor medida no ha habido consenso claro, porque si bien se sabe que fue un clérigo con buena formación clásica, y de hecho comenzó su carrera traduciendo a Ovidio - influencia esencial para los poetas del siglo -, la obra que legaría a la posterioridad ya había abandonado la materia antigua para ocuparse en exclusiva de la cultura celta. La materia de Bretaña, que se pondría de moda en las cortes de Francia e Inglaterra, rescataba la tradición folclórica celta del legendario rey Arturo, resistencia bretona contra el invasor sajón. Estas leyendas llevaban varios siglos recreándose en Bretaña por transmisión oral, hasta que Geoffrey de Monmouth puso por escrito una de sus versiones en su obra Historia Regum Britanniae. Aquel magma pseudohistórico llegó a manos de Chrétien, quien lo dotó de nueva vida en sus obras, espoleado por Marie de Champagne, a la que conocemos mejor por su nombre castellanizado María de Champaña, o simplemente María de Francia (1145-1198), condesa de Champaña, hermanastra de Ricardo Corazón de León e hija de la mismísima Leonor de Aquitania.
En suma, la corte de Champaña sirvió de cuna para la reinvención del mito artúrico a través de la obra de Chrétien, y esta reinvención fue la que de verdad configuró los personajes míticos que han llegado hasta nuestros días, inspirando numerosas obras posteriores. Así que no deja de ser curioso que hoy el rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda apenas representen gran cosa para la tradición francesa, cuando ocupan un lugar tan preeminente en la cultura inmaterial inglesa.
Como apunta Carlos García Gual en su libro 'Historia del rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda' (Alianza, 2018), la literatura novelesca que se leía en las cortes servía de fuerte contraste con la realidad que vivía ya por entonces la caballería, por no hablar del resto de la sociedad. Ante todo, no olvidemos que este tipo de obras estaban destinadas a la aristocracia. La materia de Bretaña ofrecía una ensoñación nostálgica a los caballeros y damas de entonces, que disfrutaban escuchando cómo hubo un tiempo, en los remotos reinos bretones, donde existieron reyes magnánimos que sabían premiar a los buenos y donde no había que sufrir por la escasez material. ¿Les suena, verdad? El viejo mito de la edad de oro, presente en tantas culturas desde la antigüedad. Puede sonarnos a Hesíodo o Cervantes, pero hace algunos años lo rescató con acierto Woody Allen para su entrañable comedia Midnight in Paris (2011). Y es que no ha habido momento en la historia en el que el hombre haya estado a gusto con su tiempo y lugar sin querer imaginar otro mejor, a veces casi idéntico al suyo propio pero limpio de imperfecciones.
Desde el prisma actual, puede chocar que, siendo el siglo XII la época icónica de la caballería, hubiese nostalgia por una caballería más antigua, pero así fue. El rey Arturo, o Artús, era la idealización del monarca perfecto, aquel que mantenía el orden y sabía honrar las buenas tradiciones; todo un rey de reyes, a semejanza de los emperadores de la materia antigua. Chrétien, sin embargo, jamás convirtió a Arturo en protagonista de ninguno de sus romances, sino que lo usó como fondo del lienzo para dar vida a otros personajes de su mundo. Dicho esto, dejaremos ya el paseo por la floresta para internarnos en la obra que nos toca, la primera que se ocupó de la materia de Bretaña, que es también la primera que conservamos de nuestro particular bardo.
Erec et Enide, escrita en algún momento de la década de 1160 en octosílabos pareados de francés antiguo, es la historia de un conflicto, el que enfrentaba la moderna institución del matrimonio con la moral de la caballería. Pero, como veremos, aunque este sea el conflicto principal que los protagonistas deberán resolver, el romance incluye otros roces culturales derivados de las exigentes reglas del honor tanto del caballero como de la dama, por no hablar de las difíciles contradicciones con los valores cristianos, problema generalizado en la literatura del medievo.
Que la obra se abra y se cierre con una fiesta cortesana no es ajeno a las costumbres del público al que va destinada. Todo comienza durante la cacería del Ciervo Blanco, una vieja tradición que restablece el rey Artús (llamado así en mi edición de Siruela), en la que el triunfador gana el honor de poder besar a la mujer más bella del reino. El primer problema se lo plantea al rey Galván, ejerciendo de consejero: todos los caballeros pretenderán que su dama es la más bella, por lo que es probable que más de uno se sienta ofendido cuando el triunfador en la cacería tenga que elegir, ya que elegir es renunciar, y en este caso despreciar. ¿Cómo evitarlo? Aunque hoy pueda parecer risible, en el imaginario del román cortés, un grave conflicto armado podía levantarse por menos. Por fortuna, el protagonista del romance solucionará, sin pretenderlo, este primer embrollo.
Erec, el hijo del rey Lac, es un joven caballero que acompaña a la reina Ginebra por el bosque al tiempo que Artús y el resto de la corte andan a la caza del Ciervo Blanco. Entonces, un caballero desconocido entra en escena, acompañado por su escudero, un mezquino jorobado que representa todos los males de la clase baja a ojos de la aristocracia. Un felón. La introducción se perfila cuando a Erec se le plantea el primer problema de honor: El enano maltrata con un látigo a la criada de la reina Ginebra y Erec, que no lleva armadura en ese momento, no puede tomar venganza de la afrenta, pues teme con razón que el caballero desconocido lo mate sin miramientos. Chrétien, que escribe para auténticos caballeros, moraliza con su texto al subrayar que una de las características del buen caballero es la sensatez; no tengo dudas de que con ello está siguiendo a Aristóteles: una cosa es la valentía prudente y otra la temeridad insensata, vicio ajeno a la persona virtuosa. 'La locura no es cualidad noble; por esto, Erec actuó con mucha sensatez, y se volvió sin hacer nada'.
Pero, a pesar de haber actuado como debe, el problema continúa: su honor estará mancillado hasta que se resarza. Si Erec es caballero noble, no tiene más remedio que perseguir al desconocido. 'Vengaré mi vergüenza o la acrecentaré'. Así quedan en suspenso tanto el conflicto del beso provocado por la cacería del Ciervo Blanco (que, como no puede ser de otra manera, gana el rey Artús) como el honor de Erec. Durante su aventura, en la que vence al caballero tras un duelo sangriento, Erec conocerá a Enid, la hija doncella de un valvasor, a la que posteriormente llevará de vuelta a la corte del rey Artús para tomarla como esposa. Los dos conflictos iniciales se solucionan así, pues Artús opta, como solución política, por dar el beso ceremonial del Ciervo Blanco a Enid, en virtud de su condición de extranjera recién llegada. La joven no rechaza el beso del rey - 'villana sería si le pesara' - y a continuación se celebra su boda con Erec, para por fin disfrutar ambos jóvenes de su nidito de amor.

'Señor, si tanto me apremiáis, os diré la verdad, no os la ocultaré más, pero temo que os enoje. Todos en esta tierra, rubios, morenos y pelirrojos, dicen que es gran lástima que hayáis renunciado a las armas. Mucho ha descendido vuestra fama. Antes solían decir que en todo el mundo no se conocía mejor caballero ni más valeroso; no teníais par en ningún sitio. Ahora todos se burlan de vos, jóvenes y ancianos, pequeños y grandes. Todos os llaman cobarde. ¿Pensáis que no me enoja oír cosas tan despreciables de vos?'
En este punto de la historia, tras cerrarse el primer segmento, es cuando se plantea el conflicto principal de la novela. Tras varios meses de paz y estabilidad conyugal entre los recién casados, la gente empieza a murmurar. Ya no se ha vuelto a ver a Erec en torneos, ni sosteniendo un arma; un caballero tiene que hacer valer su buen nombre, y el de Erec está en entredicho. Es por esto que, como acaban de leer en el fragmento que les he dejado, Enid, forzada por su marido a confesar sus inquietudes, decide comunicarle aquello que ya estaba en boca de todos. Quizá piensen ustedes que Erec, que ya había demostrado su valía en el pasado, puede permitirse el lujo de ignorar a los maledicentes, pero eso sería no comprender el siglo. Para acercarnos hoy a las verdaderas dimensiones del problema cabe recordar que en aquel entonces imperaba la moral pública, de la vergüenza: vales tanto como consideren los que te rodean; te juzgarán por tus actos, así que más te vale no perder crédito ante los demás, pues perderás tu honra. La respuesta de Erec a su mujer es muda pero resolutiva: ordena que le vistan con su mejor armadura y planifica inmediatamente su marcha hacia un destino ignoto al que deberá acompañarle Enid. ¿Adónde? A la aventura, porque lo cortés no quita lo valiente.
'- Marchad - dijo Erec -, a paso rápido y guardaos de ser tan osada de, si veis alguna cosa, decírmelo. Absteneos de hablarme, si yo no me dirijo antes a vos. Id por delante a paso rápido y cabalgad con toda seguridad'.
Así cabalgan juntos: ella por delante y él a cierta distancia, en busca de problemas. Erec prohíbe a Enid avisarle si les deviene algún peligro, que por supuesto no tarda en aparecer, uno detrás de otro: bandidos, asaltadores, caballeros y hasta con gigantes se toparán. Hasta tres veces Enid rompe su promesa y se decide a avisar a su marido de algún peligro que acecha, aún a riesgo de enfadarle. En no pocas ocasiones, la vida de Erec corre serio peligro, pero el héroe parece invencible. Esto alcanza el paroxismo en cierto pasaje, en el castillo del conde Limors, en el que Erec yace aparentemente muerto, su sufrido cuerpo al punto de los funerales y Enid llorando su duelo. Cuando el conde pretende tomar por la fuerza a la desconsolada viuda, llegando a golpearla con brutalidad, una voluntad secreta anima a Erec desde el filo de la muerte, que contra pronóstico se levanta...
'...corre hacia donde la ve y golpea en medio de la cabeza al conde, de forma que le abre el cráneo y le parte la frente, sin haberlo desafiado, sin palabras; la sangre y los sesos han volado'.
Hay fuerza en escenas como estas, tan visuales. Las descripciones de Chrétien son detalladas en algunas peleas, donde va anotando cómo cede cada parte de armadura a los golpes del contrario y cómo se producen las heridas. Por otro lado, seguramente pensando en el público femenino, anota también con detalle los vestidos, bordados y joyas de personajes y de escenarios. A pesar de - o precisamente por - haber dedicado tanto espacio a resumir la trama en su primera parte, debo zanjar el resto con pocas palabras: aventura tras aventura, castillo tras castillo, Erec tarda en decidirse a abandonar su viaje con Enid. Porque esta historia es, ante todo, la de un viaje; el viaje como alegoría del esfuerzo personal hacia la resolución de un conflicto principal, que como dijimos no es otro que la contradicción entre la vida conyugal y la vida marcial para el ideal caballeresco. Porque Erec es tanto la representación del ideal de caballero como Enid del ideal de dama: amante, gentil, cabal, moderada y celosa de su propio honor y del honor de su marido.
Para acabar mencionaré, eso sí, el último reto en el que se topa Erec en su búsqueda azarosa de aventuras, que nuestro autor llama 'Aventura de La alegría de la Corte', gracioso nombre que contrasta con lo macabro del escenario. Aquí nos encontramos con un ejemplo especular de lo que representa el matrimonio Erec-Enid. Cierta doncella decide retener la felicidad de su amante caballero pidiéndole aceptar una promesa: deberá permanecer en un determinado vergel, sin poder salir de él, hasta que algún caballero extranjero le venza en un duelo; hasta entonces, ambos quedarán encarcelados dentro del vergel y sin poder disfrutar el uno del otro. Cuando Erec llega allí, muchas cabezas cercenadas de guerreros se dejan ver desde lo alto, clavadas en picas: todos ellos intentaron superar la 'Alegría de la Corte' en vano. El marco de esta queste es una versión negativa del típico romance cortés: aquí el caballero es completamente sumiso a su dama aunque eso signifique emplear su vida en algo tan insensato como encerrarse a sí mismo en un bosque a la espera de que alguien consiga vencerlo. Sobra decir que Erec termina con sus padecimientos y todos acaban felices y comiendo perdices. Ya no quedan más aventuras, no es necesario demostrar más el honor y se logra esa difícil compatibilidad entre matrimonio y vida marcial.
Y tras este largo comentario, que vuestras mercedes me excusarán, dejaré ya mi crónica y partiré sin demora a otros derroteros, aunque no nos alejaremos mucho en tiempo y lugar. Mientras tanto, aún embebidos del relato del bardo, buscaremos algún lugar donde templar la espada y abrevar al caballo. En algún bosque cercano se esconde el pagano Merlín, así como Lancelot enredando con Ginebra a las espaldas de Arturo, y también la hechicera Morgana, Perceval del Grial y otros caballeros andantes que vendrán, desde este primer romance hasta el extendido género de caballerías, que leerán y escucharán en corrales los altos y los bajos, las comadres y los compadres. El medievo fue el tiempo natural de estos errantes imposibles, pero su fama se extenderá y sus gestas serán traducidas, sobrevivirán al invento de Gutenberg y encandilarán al emperador don Carlos y a otras gentes de seso. Noramala, la proliferación de aventuras tan similares unas a otras terminarán de desprestigiar la vitalidad que pudieran tener en sus inicios. Volverán de otro modo, nuevos caballeros esforzados o damas extraordinarias, causas justas adaptadas a los tiempos, entuertos que desfacer o agravios que desagraviar.
¡Qué ven mis ojos! ¿No son aquellos, acaso, dos fieros y desaforados gigantes? La ventura va guiando nuestros pasos, amigo Sancho.
Chrétien de Troyes, Erec y Enid. Siruela, 1993. Edición y traducción a cargo de Victoria Cirlot, Antoni Rosell y Carlos Alvar.
El cuento trata de Erec, hijo de Lac, y aquellos que quieren vivir de contarlo, suelen destrozarlo y corromperlo delante de reyes y condes. Comenzaré ahora la narración que permanecerá en la memoria mientras dure la cristiandad; de esto se envanece Chrétien.
Tengo que reconocer que no es este tipo de literatura el que más "trabajo"; pero hay algunas consideraciones generales que en parte he visto pasar por tu escrito, y la que más me intriga, porque me ha intrigado siempre, es esa especie de nostalgia que ataca a mucha gente sobre una especie de tiempos mitológicos perdidos en los que todo era más brillante, más heorico... más alejado de la realidad circundante. Y esa nostalgia ya es la que mueve al Quijote, sin ir más lejos.
ResponderEliminarAllá por los años 60, cuando se puso de moda "El señor de los anillos" en la Isla (y luego en Estados Unidos), la afición llegó a convertirse en furor con el surgimiento de los hippies y su ideal de vida: de pronto una obra publicada diez años antes con c´riticas opuestas pero en general no muy halagüeñas, un verdadero tocho de varios libros, se convertía en uan especie de biblia para los hijos de las flores. Es cierto que así daban la razón a los críticos que años antes habían tildado la obra de "infantil", ya que esa misma conceptuación se le presupone a los hippies de entonces, pero el caso es que durante algunos años esos libros gozaron de una segunda juventud: Steve Peregrine Took (de T.Rex), o el club Middle Earth, o las bandas Gandalf o Galadriel son buenos ejemplo del furor que afectó a esa muchachada. Y cuando por fin se publicó en España, ya en los 80, la cosa comenzó a crecer hasta el extremo actual, con varios clubs desperdigados por todo el país: mi hija mayor es una militante.
Lo mismo sucedió en la Isla con la trilogía de Gormenghast: los grupos Titus Groan y Fuchsia son dos de los progresivos subterrános más valorados hoy por los coleccionistas. En fin, que tal vez la filosofía hippie rescata en parte el pensamiento de don Quijote. o tal vez ese pasado mitológico es un anhelo general entre las juventudes de los países del Primer Mundo, con muchas comodidades (en los años 60 y 80, no ahora), una cierta formación cultural, y que por una razón u otra comienzan a sentirse vacíos de épica a partir de un momento determinado en su crecimiento. No lo sé. Pero
me parece un asunto sociológico fascinante.
Sí que es un asunto interesante el que comentas, tanto a nivel social, atendiendo a los distintos géneros de épica que se han trabajado en cada época, como la hipótesis individual, donde esa búsqueda puede ser algún modo de resucitar la infancia.
EliminarRespecto a lo primero, influye mucho el imaginario de cada cultura particular, y en la nuestra pesa mucho la influencia del romanticismo, que sin ir más lejos fue el responsable de hacer resurgir el interés por el medievo. Aunque Cervantes fue anterior y en su época disfrutaban también de la épica, y así cada época y lugar ha tenido la suya propia: los samuráis en el imaginario japonés, los vaqueros y pistoleros del Far West en América, así mismo edulcorados por el romanticismo, etc.
Dale saludos de mi parte a tu hija mayor (que quizá sea más o menos de mi quinta), porque yo soy otro militante de Tolkien, aunque no pertenezca a ningún club. El Hobbit, El Silmarillion y sobre todo 'El señor de los anillos' es una de las lecturas que más recuerdo haber disfrutado nunca. La primera vez que lo leí fue en un despreocupado verano, mano a mano con mi primo, y en la edad adecuada para tener que imaginártelo todo de la nada sin tener referencias gráficas ni por supuesto fílmicas: hobbits, trasgos, elfos, enanos... Hay que reconocer que el libro es estimulante y un dechado de imaginación, así como un tributo que recreaba viejos mitos europeos: leyendas artúricas, los Nibelungos y hasta mitos cristianos... El propio Tolkien había traducido Beowulf, la vieja épica anglosajona. Aun sin conocer nada de esto, el lector recibe sin saberlo un legado bastante rico. Fue mucho después cuando me enteré de lo que cuentas, que la obra se popularizó gracias a los hippies. Y visto en retrospectiva, tiene sentido. Lo que no conozco son las bandas que comentas, aunque alguna me suena de nombre. Por cierto, me enteré en su día de la existencia de la trilogía de Gormenghast, sin querer indagar hasta leerla, pero los libros traducidos estaban descatalogados; quizá algún d´´ia la enganche, sea en castellano o, si me atrevo, en inglés.
Un placer volver a leerte, esta vez comentando las últimas novedades literarias. De Chrétien de Troyes solo leí hace mucho alguna novela breve basada en el ciclo artúrico, no recuerdo el título. Tiene interés desde el punto de vista de la historia literaria, ver cómo eran las primeras narraciones novelescas, pero todo era presuroso y superficial, los personajes carecían de entidad. Para la época era muy avanzado, solo hay que comparar con lo que se hacía por aquí, con el monótono de Berceo y su cuaderna vía como mayor hito. Un punto interesante es la influencia femenina en esta literatura, como lectoras dirigieron los planteamientos, sobre todo en lo que se refiere al concepto de amor, que más o menos todavía sufrimos. Y como bien apuntas, también su público era la aristocracia, que, a pesar de estar en la cúspide de su poder e influencia en el siglo XII, todavía deseaba más, al añorar ese falso pasado donde lo habían dominado todo. Aun así, hay que reconocer a ese grupo el crear un estilo innovador, unas normas que van abandonando la barbarie para ser un poco más civilizados, el ideal caballeresco que tanto ha coleado. Por último, me sorprende la vitalidad de Arturo y sus mariachis. El ciclo de Roldán, el del Cid, las leyendas nórdicas duermen el sueño de los justos, y este cabalga fresco como el primer día. Será algún conjuro de Merlín, seguro.
ResponderEliminarGracias, Chafardero. Y ahí le has dado, ya sabes que este blog siempre está comprometido con la actualidad literaria; ese tal Chrétien de Troyes es un joven que promete...
EliminarEl siglo XIV, con don Juan Manuel y Arcipreste de Hita, ya fue otra cosa en nuestra tierra, pero en el XII es verdad que lo de Chrétien tiene poca comparación. Es verdad que Arturo y sus mariachis nunca se han bajado de la cresta de la ola, sobre todo gracias a los ingleses, pero diría que nuestro Campeador no ha perdido vigencia por estos lares, ya sea el Cid literario del poema o el histórico; el franquismo abusó del personaje para sus fines, pero no ha conseguido quemarlo: sin ir más lejos, no hace demasiado se han publicado nuevos trabajos, una serie de televisión (malísima), una novela de Reverte...
Es verdad que, salvo excepciones, las mujeres no disfrutaron en aquellos siglos de protagonismo en el mundo literario, pero en aquella corte de Champaña ya ves: la principal mecenas fue una mujer, y entre los primeros destinatarios había también mujeres.
Norabuena por tu regreso Rodión, voto a Bríos. Me llama la atención la mención de Victoria Cirlot como editora y traductora de la obra de Chrétien de Troyes publicada en Siruela. Lo comento porque acabo de asistir a una exposición sobre su padre, el gran Juan Eduardo Cirlot, en la que se da cuenta de su papel como poeta, escritor y, sobre todo, como crítico de arte ("Correo de las Artes. Cirlot Otro- 1957-1962", Centre Cultural Blanquerna)). Aproveché allí para hacerme con un opúsculo suyo, ("El ojo en la mitología. Su simbolismo", Editorial WunderKammer, 2019) que leí en una tarde. En esa obrita se plantean no pocos de los temas que comentas en tu entrada que, resumidos someramente, vienen a demostrar el gran apego que, desde la época arcaica hasta la Antiguedad clásica y la época medieval, se tenían por las representaciones simbólicas (el ojo en este caso). El gran paso de lo arcaico irracional hacia una cosmovisión más cercana a la razón, aunque ésta todavía permaneciese fuertemente ligada a la mitología, compone en buena medida la razón de ser de la literatura oral y narrada.
ResponderEliminarEstoy repasando ahora el prólogo de "Gullermo de Inglaterra", la única obra de Chrétien de Troyes que he leído, y compruebo la oportunidad de muchos de los apuntes que has mencionado sobre la trama de "Erec y Enid"; la dama (espíritu puro), la huida o la salida del rey o del caballero de su refugio, acompañada por ella o por su familia, castillos, animalario de todo pelaje (curioso que coincida el ciervo, antigua representación de Cristo), aventuras y desventuras a cascoporro, en definitiva, la continuidad de una tradición literaria que, desde la novela bizantina, persiste en buena parte de la novela contemporánea de ficción.
Soy mucho más asiduo a la mitología griega (y la mención que haces al gran maestro Carlos García Gual me ha complacido), tanto en sus fuentes originales de autores clásicos como en otras muchas obras de ensayo y divulgación, pero prometo (con la ambigua seguridad de ese verbo tan incumplido) dedicar un poco más de tiempo a la literatura artúrica y sus sagas.
Saludos,
Gracias también por tus palabras, Javier. De nuevo me enseñas algo, porque no conozco a Juan Eduardo Cirlot. El tema de la simbología me interesa, y en el medievo en especial, porque es un periodo al que siempre vuelvo. Me apunto la referencia.
EliminarComparto tu respeto por Carlos García Gual, experto sobre todo en cultura griega, que también ha hecho sus pinitos en épocas como esta. No es su mayor especialidad, pero el libro en cuestión - el de 'Historia del rey Arturo...' es un ensayo breve y muy entretenido que te lleva de paseo por la creación del universo artúrico, desde las primeras noticias de la leyenda hasta las obras del Renacimiento y otras influencias. Ahora que mencionas el ciervo y Cristo, una de las cosas más interesantes en Chrétien de Troyes, así como en algunas épicas medievales, es la huella del paganismo por debajo del sentido cristiano, casi borrada pero nunca del todo.
Beautiful blog
ResponderEliminarPlease read my post
ResponderEliminarThanks.
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