martes, 8 de febrero de 2022

Justicia. Michael Sandel


'Este libro no es una historia de las ideas, sino un viaje por la reflexión moral y política. Su meta no consiste en mostrar quién ha influido en quién en la historia del pensamiento político, sino invitar a los lectores a que sometan sus propios puntos de vista sobre la justicia a examen crítico, a que determinen qué piensan y por qué lo piensan'.

Al hilo de la reseña anterior, donde defendíamos las virtudes del mérito y el esfuerzo como superación personal a través de la autobiografía de Vance, quiero recomendar a un autor que supone el perfecto contrapunto en la crítica de los dogmas del éxito en la cultura anglosajona, aunque el libro que nos ocupa no trate directamente ese asunto - si les interesa, pueden acudir a su otra obra 'La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común?'. La cita que ven arriba, extraída del capítulo introductorio, es una exacta declaración de intenciones. Por las páginas de 'Justicia' (2011) de Michael Sandel veremos desfilar a Kant y a Aristóteles, a Bentham y a Mill, así como otros referentes de la historia de la Filosofía ética y política, pero ni el objetivo de la obra ni la estructura de la misma responden al interés histórico. Aquí interesa poner en cuestión algunas ideas en torno a qué sociedad queremos para zarandearlas en busca tanto de puntos de común acuerdo como, sobre todo, los puntos conflictivos, de cara a esclarecer el debate social. Es por tanto un libro de evidente propensión pedagógica, y no en vano su publicación ha sido el resultado de veinte años de conferencias universitarias en Harvard por parte de su autor, catedrático en dicha institución. 

También es un ensayo argumentativo que se embarra los pies para defender una postura particular en el terreno de las ideas políticas. Michael Sandel es uno de los más famosos filósofos políticos del presente en Estados Unidos, crítico con la razón pública liberal y con la filosofía de John Rawls. Suele relacionársele con el comunitarismo, aunque en realidad no sea un comunitarista; él se considera 'republicano cívico', heredero de la tradición aristotélica del debate público en pos del bien común. El republicanismo, además, es un concepto que en Europa conocemos mejor.

'Justicia' enfrenta tres enfoques políticos entre sí: utilitarismo, liberalismo y comunitarismo, a los que acompañan otros desarrollos complementarios a dichos enfoques. Estos tres enfoques se desarrollan primero y después integran una exposición cada más rica que evoluciona desde los dilemas morales en abstracto hasta los más concretos debates contemporáneos. El autor plantea cada uno de los tres enfoques con su correspondiente problemática y réplicas de parte de los defensores de cada postura. En sus charlas magistrales, Sandel se dirige a sus alumnos estadounidenses, y en el libro, en primer término, al lector estadounidense; esto lo vemos en la multitud de ejemplos con los que sazona los argumentos. 

Frente al utilitarismo, postura que defiende el principio de la máxima felicidad para el mayor número, Sandel lanza dos conocidas réplicas: la pérdida de los derechos individuales, bajo el balance de la justicia basado en el cálculo del bienestar de la mayoría, y la reducción de lo útil a una sola moneda de valor cuantitativo, sin tener en cuenta las diferencias cualitativas entre bienes diversos. Jeremy Bentham, el fundador del utilitarismo y el más coherente con dicha postura, no pretendió esquivar estas críticas, aunque para ello la sociedad tuviera que ignorar a algunos desdichados; su discípulo, el más humano John Stuart Mill, intentó hacerlo no sin dificultades.

Al liberalismo le son dedicados cuatro capítulos. En primer lugar, se exponen las radicales tesis del libertarismo, para pasar luego a poner en cuestión sus puntos de vista en la arena del mercado y la moral. Aquí suena principalmente la voz de Robert Nozick, el gran crítico de las políticas de redistribución y de la intervención del Estado, que Sandel lleva hasta sus últimas consecuencias, planteando debates de interés actual, como la gestación subrogada o los ejércitos profesionales frente al servicio militar obligatorio; la ética del consentimiento y las preguntas en torno a los limites del mercado. Estos planteamientos llevan, con el individuo racional de Kant y el igualitarismo liberal de John Rawls, a la necesidad de hablar de la autonomía y la búsqueda de la equidad social para completar el ideal de la libertad. Tanto Kant como Rawls están explicados con sencillez y calidad sintética, sin por ello perder nada por el camino.

Tras discutir en torno a la equidad, un capítulo sobre la discriminación positiva nos transporta luego a la ética de la virtud y el valor honorífico de las instituciones. El viejo Aristóteles abre paso a la vida como narración de Alasdair McIntyre y el comunitarismo. Siguiendo con este enfoque, en 'los dilemas de la lealtad', Sandel pone sobre la mesa diversos dilemas en torno a la solidaridad con los propios y la función del patriotismo, así como a sus críticos. Por último, en 'el bien común', nuestro autor recapitula el camino emprendido en su exposición y propone su respuesta particular.

Como se ve, la estructura de la obra responde al interés argumentativo del autor, desde las posturas más alejadas a la suya hasta la suya propia. Por el camino nos deja muchos debates de interés y, aunque incluye su voz en todos ellos, prefiere dejar los problemas entreabiertos por mor de su rol de maestro de filosofía moral, donde las preguntas son más importantes que las respuestas y el lector debe tener espacio para ejercer su particular posicionamiento crítico. Dicho esto, les diré unas palabras acerca del mío . Les aviso que, en los siguientes párrafos, no tendremos más remedio que usar muchas palabras que terminan en 'ismo', así que espero no conducirles al nerviosismo, paroxismo, paludismo... Tómenselo con estoicismo.


Apartando el utilitarismo y el libertarismo, posturas de las que estoy muy alejado, aunque sean vigentes, encuentro mayor interés en el enfrentamiento que Michael Sandel establece entre el igualitarismo liberal y su particular republicanismo. No simpatizo con el comunitarismo tradicionalista, pero tanto el comunitarismo como el republicanismo, al considerar que la comunidad precede al individuo, piensan que no debe apartarse a ésta de ningún debate de calado político o social.  Es innegable que la propuesta del autor, basada en la forja de un proyecto compartido, tiene un fuerte atractivo. Cuando hablamos de cohesión social, no olvidemos tampoco que una elevada desigualdad económica lleva a romper la cohesión y, en último término, cualquier idea de sociedad. 

Para Sandel, la neutralidad liberal en materia moral ha llevado a ocultar los problemas debajo de la alfombra, en lugar de encararlos directamente. Así, el igualitarismo liberal protege el pluralismo ideológico, pero esta línea progresista, sostenida principalmente por el partido demócrata en Estados Unidos, ha dejado que los conservadores monopolicen los debates abiertos sobre valores y dilemas morales. El señalamiento me parece de gran vigencia hoy en día, porque toca la causa común de los diversos problemas del pluralismo actual, como los identitarismos y las ideologías irracionalistas. Es virtud del autor destapar sin tapujos controversias como las derivadas de la filiación a la familia, la comunidad y la patria, asuntos que la ideología individualista prefiere ignorar. En nuestro país, que no puede entenderse sin las cicatrices del franquismo, la derecha sociológica y sus partidos políticos ostentan la posesión de algunos conceptos y símbolos comunes, como la patria y la bandera, que la izquierda ha perdido o no ha querido pelear. Por supuesto, cabe discusión acerca de hasta qué punto esto supone o no un problema; hasta qué punto un moderado uso de la patria y los símbolos comunes contribuyen a mejorar una sociedad, cimentarla en un proyecto común sin cruzar el delicado límite que lleva al nacionalismo manipulador dirigido a las emociones y la exclusión de minorías. 

Lo cierto es que el republicanismo y, sobre todo, el comunitarismo, implican sus propios peligros. La razón pública liberal, heredera directa de la Ilustración, tiene poderosas ventajas para prevenir la opresión al individuo, la intolerancia y todo tipo de integrismos. Así pues, considero que la escuela de Kant y Rawls tienen aún mucho que decir. Efectivamente, somos algo más que meros individuos y pertenecemos a una comunidad, pero el liberalismo también acierta al señalar el peligro potencial de intentar imponer los valores de la comunidad sobre el individuo. La tradición es un valor añadido que refuerza nuestros vínculos y valores, pero no es un fundamento político per se. Desde la continuidad aristotélica entre ética privada y política pública, no queda claro cómo podría el estado tomar determinadas posiciones en algunos asuntos sin por ello caer en el riesgo de oprimir la libertad de los ciudadanos, véanse como ejemplos la confesionalidad religiosa o la controversia derivada de la inmersión lingüística como estrategia para la oficialización de una lengua minoritaria. 

Aunque también puede pecarse en sentido inverso, por defecto de implicación en determinados asuntos; precisamente ese parece ser un problema en Estados Unidos, tanto por práctica política como por mentalidad dominante, con respecto al papel de las instituciones y su relación con los mercados. Aceptamos que las grandes empresas de comunicación amolden sus contenidos a las tendencias de la demanda, donde suele primar antes el negocio que la responsabilidad asertiva sobre sus propuestas: al fin y al cabo, son empresas privadas, aunque no por ello deban carecer de límites de actuación. Pero si hablamos de instituciones, ¿puede una universidad pública fijar cualquier tipo de criterio para la admisión de alumnos sin que haya antes una aceptación de cuál debe ser la finalidad de ésta? Dada su crítica al papel otorgado a los mercados, desde el enfoque económico Sandel es tildado de socialista e incluso de peligroso comunista por los libertarios estadounidenses, dogmáticos en su credo, pero tanto el socialismo como la socialdemocracia solo son algunas de las posibilidades concebibles por las diferentes posturas republicanas, no teniendo por qué implicarse mutuamente. Dejando esto de lado, Sandel tiene en cuenta los puntos conflictivos y los asume. Esta es otra ventaja implicada en su discurso, que al llevar todas las inquietudes al debate público, ninguna se pudre debajo de la alfombra: 

'Una más decidida implicación pública en nuestras discrepancias morales proporcionaría un fundamento más sólido, no mas débil, al respeto mutuo'.

Por todo lo dicho, considero que el conocimiento y debate entre estos enfoques es de gran interés. La voz de Sandel enfatiza la importancia de redefinir los significados colectivos del Estado y las instituciones ya que bajo una aparente neutralidad, no por cómoda verdadera, el Estado toma de hecho posición. Es una obviedad, pero se encara frontalmente con la tendencia de legislar con la demoscopia como único guía de viaje, tendencia cada vez más palpable en los partidos políticos. También serviría para romper con el contexto de fuerte polarización, que en nuestro país suponen los bloques de izquierda y derecha, y lograr sentar ciertos pactos comunes. Pensemos en las diferentes legislaciones sobre el aborto o la eutanasia, que deben provenir de un previo debate público (meto la cuña, a título personal, para aplaudir la nueva legislación garantista de nuestro gobierno sobre la muerte digna). El problema de no explicitar las discrepancias es que estos posicionamientos se cuelan necesariamente sin cuestión ni debate de ideas. Uno de los resultados es que la ciudadanía deja de pensar, porque es más cómodo apoyar todo lo que se defienda en la propia parroquia, rechazando cualquier idea proveniente de la ajena.

Hay ensayos escritos solamente para la Academia, que pierden por el camino al público mayoritario; otros libros divulgativos, en cambio, están dirigidos a todo tipo de público pero pecan de caer en la simplicidad. 'Justicia', de Michael Sandel, es uno de esos raros ejemplos de ensayo riguroso y bien ejecutado que está dirigido a todo tipo de público. Como buen profesor, Sandel sabe encadenar adecuadamente sus argumentos con explicaciones didácticas y ejemplos concretos, lo cual es digno de aplaudir por tratarse precisamente éste de un tema que realmente debería interesar al mayor público posible. 



Michael Sandel, Justicia. ¿Hacemos lo que debemos? Ed. Debate, 2011. Traducido por Juan Pedro Ramos.


'Decidir sobre importantes cuestiones publicas pretendiendo una neutralidad inasequible es una receta para el resentimiento y las reacciones viscerales en sentido contrario. Una política vaciada de un compromiso moral sustantivo conduce a una vida civil empobrecida. Además, brinda una invitación a los moralismos estrechos de miras e intolerantes. Los fundamentalistas vuelan donde los liberales no osan ni pisar'.

8 comentarios:

  1. Se me hace complicado realizar un comentario sin haber leído el libro y siendo un tema que tú conoces mejor que yo. Lo que puedo comentar es que desde la Revolución Francesa el conflicto entre los derechos del individuo y de la colectividad han estado en permanente conflicto.
    El problema quizás derive de la afirmación del Estado como representación de la colectividad cosa no tan clara en el Antiguo Régimen. Darle al Estado el poder omnímodo gracias a la democracia representativa quizás hay desvirtuado su esencia como ente aparte y en conflicto con el individuo. Esa confusión de lo público con lo estatal y no con lo que es en realidad: lo no privado, ha traído un sinnúmero de malos entendidos.
    Creo que el movimiento anarquista intentó superar esa dicotomía buscando la simbiosis de lo público y lo privado y rompiendo esa visión redentora del Estado Nación que ayuda, libera y salva a los individuos. Para ello se valió de una idea sugestiva, darle valor a los entes locales y quitar poder al gran Leviatán de Hobbes. Entes locales federados y gobernados de una forma lo más autogestionaria posible. El comunitarismo no como una forma opresiva y omnisciente si no como un sistema cooperativo y que lucha por la horizontalidad.
    En los movimientos progresistas triunfó el autoritarismo marxista con su idea hegeliana de crear una arquitectura
    férrea de la realidad y de ahí derivó en su fase extrema la cultura de los gulags donde el estado dispone libremente de los individuos en pos de crear la sociedad perfecta.
    El libertarismo reaccionario a lo Ayn Rand solo es una forma de rechazo a aquello por parte de los privilegiados del sistema que solo quieren terreno libre para sus desmanes depredadores. Aprovecharse de la teoria anarquista para justificar sus críticas al Estado solo demuestra la capacidad del capitalismo para sacar partido de cualquier contexto y demuestra porque sigue en pie a pesar de tanto como se le crítica.

    Saludos

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  2. Perdona las faltas y reiteraciones, provocadas por escribir de un tirón en la tablet sin tiempo de corregir.

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    1. En primer lugar, respeto tu modestia, pero como demuestra tu comentario, no es necesario haber leído este libro particular para comprender y abordar perfectamente el asunto principal, del que no sabes menos de lo que pueda saber yo. Eso sin contar con que es un tema que nos atañe a todos: coincidimos, discrepamos y también arrastramos distintos intereses y desapegos. Por eso he querido dejar algunas opiniones propias discutibles - no por negativas, sino porque pueden discutirse -.

      Yo también considero que arrastramos desde la Ilustración - con la Revolución Francesa como principal hito histórico - los problemas para compatibilizar el individuo y el ente colectivo, así como los conceptos de libertad e igualdad. Y sobre todo es muy interesante lo que señalas, la confusión u olvido que hace que muchas veces igualemos lo público con el Estado, como si no existiera sociedad civil fuera de sus instituciones. Además del liberalismo, las distintas propuestas anarquistas del XIX lo atacaron, y ya durante los primeros tiempos de la URSS, aun antes de conocerse las mayores purgas de Stalin, Gramsci señaló ese peligro desde el propio marxismo.

      Tanto el marxismo-leninismo ortodoxo como las teorías anarcocapitalistas al estilo de Ayn Rand son utopías, y arrastran los peligros de las utopías políticas: sobre el papel siempre encontrarán adeptos, porque solucionan limpiamente algún problema y maximizan algún ideal, ya sea la libertad, la igualdad, la justicia, la paz y el orden... Aunque dejen de lado necesariamente el resto de necesidades humanas. Es verdad, como dices, que los intereses económicos mueven muchas veces las ideas, pero también las ideas influyen por sí mismas. En el grupo de los jóvenes hegelianos al que perteneció Engels también anduvo Max Stirner, genuino anarcoindividualista hoy bastante desconocido que fue una influencia en la sombra de autores como, por ejemplo, Nietzsche.

      Saludos y gracias por el comentario. No te preocupes por las faltas (si no lo llegas a decir, ni me doy cuenta).

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  3. Me siento un poco abrumada ante tantos conceptos que no domino, o que apenas conozco, a decir verdad.
    Pero hay algo que me interesa mucho y que creo que está en el origen de todos esos "-ismos", y es el concepto de "moral". Creo que es un concepto que normalmente (al menos entre los ciudadanos de a pie) se asocia a cuestiones religiosas, puritanas y convencionalismos sociales. Es decir, a esos "moralismos intolerantes" de la cita. Por eso me encanta que, en la misma cita, el autor se refiera a la moral en su sentido verdadero o más importante.
    "Una política vaciada de un compromiso moral sustantivo conduce a una vida civil empobrecida." Exacto. No soy quien para darle la razón a Michael Sandel, obviamente, pero es que me entusiasmo cuando veo la palabra "moral" así utilizada, con ese sentido que yo a veces me he empeñado en explicar, para distinguirlo del otro, del "moralizante".
    Creo, modestamente, que la raíz de los grandes problemas sociales está justo ahí, en que determinados conceptos se han ido desvirtuando, y parece que al perder su sentido verdadero han perdido también su validez objetiva. Ahora se habla mucho de "valores", pero creo que mientras no haya un verdadero fundamento moral, la vida social y la política seguirán siendo un fracaso lleno de parches para ir tirando.
    Y, personalmente, a ese respecto soy bastante pesimista, entre otras cosas porque hay muchos seres humanos incapaces (biológicamente) de ser morales.

    Disculpa si me he ido un poco del tema, porque quizá no he entendido bien la cosa.

    Saludos.

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    1. En absoluto te has apartado del tema. En cuanto a los 'ismos' y ese tipo de términos en política, los usamos solo para entendernos, para explicitar los distintos enfoques, que en algún caso se convierten en ideologías. Más allá de su utilidad para comunicarnos - que no es poca - no es necesario, y a veces tampoco conveniente, sublimarlos como identidades propias.

      En el fondo, el problema común es moral, exactamente. Todos tenemos moral en cuanto a que tenemos una escala de valores; incluso las personas aparentemente más volubles, o superficiales, o incluso los criminales tienen moral (quizá solo los auténticos psicópatas sean la excepción, al carecer de empatía). Convenimos en que la moral, sea individual o social, no siempre es ''buena'', y no siempre estamos de acuerdo en considerar qué es bueno y qué es malo, y aquí comienza la ética. Es verdad que muchas veces entendemos por ''moral'' el uso que se le da en los discursos pastorales, de iglesia, que responden a códigos cerrados o tradicionales, pero como bien dices esa es una visión muy pequeña de la moral.

      Sandel confronta diversos enfoques en los que relaciona la ética y la política: ¿debe la sociedad o el Estado mojarse en el terreno moral? Y si es así, como de hecho ocurre en mayor o menor grado, ¿hasta qué punto debe hacerlo? ¿Debemos regirnos por el criterio de la utilidad? En ese caso, cabe preguntarnos: ¿utilidad para quién y para qué? ¿Debemos buscar la virtud, como hacían los clásicos, incentivando unos valores sociales determinados? ¿Debemos ser más o menos tolerantes con nuestras diferencias? ¿Dar más importancia a la libertad individual o a la cohesión social? Respondamos lo que respondamos, la reflexión nunca está de más. Sandel viene a defender algo parecido a lo que dices tú: ''mientras no haya un verdadero fundamento moral, la vida social y la política seguirán siendo un fracaso lleno de parches para ir tirando''.

      Gracias por la aportación. Un saludo.

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  4. Muy interesante la reseña, arroja luz sobre la disyuntiva individuo estado. En principio yo soy partidario de la posición liberal, respetar la autonomía del individuo sobre el poder del estado. Éste deberá buscar el bien de los individuos que lo integran sin imponer sus criterios, pero en la práctica es muy difícil. Limitar los poderes estatales puede ser útil hasta cierto punto, pero haría que la justicia social, otro objetivo básico para mi del estado, se resentiría. Reducir el estado a la mínima expresión llevaría a grandes capas sociales a la marginalidad. Aumentar su tamaño implica ineficacia. Es muy complicado.

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    1. Yo también tiendo más al liberalismo; creo que una sociedad tolerante, respetuosa con las opciones individuales, nos salva de muchos peligros. En nuestros lares, la palabra ''liberal'' tiene mala fama, porque se confunde el liberalismo político con el económico, cuando no tienen por qué ir de la mano. El segundo es al que nos referimos al usar el término informal de ''neoliberal'': dejar actuar a los mercados en el mundo global con poco control estatal y bajos impuestos, que es solo una de las posturas liberales existentes.

      Pero aunque tienda más al liberalismo político, he querido defender también la propuesta de Sandel porque, de hecho, veo en ella puntos fuertes: sociedad más cohesionada, con más fundamentos para establecer caminos comunes. Lo que me parece interesante es poner estos debates sobre la mesa.

      No he querido llenar la entrada de ejemplos concretos, pero lo cierto es que más allá de los ''-ismos'' y las posturas enfrentadas en abstracto, este debate tiene consecuencias reales en nuestras vidas. Por ejemplo, basta ver los conflictos surgidos en Francia entre el laicismo de Estado y el uso del velo islámico en las escuelas, las diferentes legislaciones sobre el aborto en cada país, la consideración del matrimonio homosexual... En el terreno económico, las soluciones para enfrentar el peliagudo problema de las pensiones, los tipos de impuesto, la fiscalidad justa, la economía sumergida, etc. Complicado, sí señor.

      Gracias por el comentario. Un saludo.

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  5. Hola, Joaquín. Pues me alegro de que se utilice en la UNED.
    Efectivamente, el utilitarismo muestra esos problemas. En realidad, aplicamos ese enfoque ético cuando no nos queda más remedio. Por ejemplo, en los peores tiempos de la pandemia de Covid, con las UCIs colapsadas, el profesional sanitario debía emplear el triaje con consecuencias a veces extremas. Como sabes, el triaje en sí es necesario, y muy común en cualquier circunstancia para ordenar prioridades de atención médica, pero cuando el contexto obliga a que las prioridades pongan unas vidas delante de otras, el tema es delicado. El utilitarismo, mirando por el mal menor, sacrifica a unas personas por otras atendiendo a que los resultados sean los mejores para el mayor número. ¿Vale entonces todo para conseguir ese fin? Para algunos sí, y por ello algunas opiniones que podíamos escuchar en la calle marginaron a los ancianos, como si sus vidas valiesen menos que las del resto, lo cual para mí supuso uno de los peores comportamientos de la pandemia, si no el peor. Amparados en el enfoque utilitario, en realidad primaba un egoísmo galopante. Por fortuna, la reflexión se puso sobre la mesa y los triajes se intentan realizar con el mayor respeto a los derechos individuales. Como dices, los derechos individuales que fijamos suponen límites a ese tipo de enfoques.

    Gracias por tus palabras. Un saludo.

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