En este libro no se menciona ni una sola vez a Donald Trump, y de hecho fue publicado antes de su victoria presidencial, pero hay una relación directa con el fenómeno comentado. ‘Hillbilly, una elegía rural’, con el subtítulo 'Memorias de una familia y una cultura en crisis', da respuesta entre otras cosas a cómo, en una sola generación, los estados del Rust Belt (Cinturón del Óxido) cambiaron radicalmente su sensibilidad política, de voto demócrata a republicano. Cabe decir que la explicación de la victoria de Trump iba más allá de los cambios interiores y se circunscribió también al contexto global; en cualquier caso, el libro que comentaremos aquí ahonda en las mentalidades del norteamericano de a pie, y en particular en la mentalidad de un grupo social concreto, el de los llamados 'hillbillies'.
'Quizás sea blanco, pero no me identifico con los WASP (blancos anglosajones protestantes) del Nordeste. En cambio, me identifico con los millones de americanos blancos de clase trabajadora y de ascendencia escocesa e irlandesa que no tienen un título universitario. Para esta gente, la pobreza es una tradición familiar: sus antepasados fueron jornaleros en la economía esclavista del Sur, después de eso aparceros, después de eso mineros de carbón, y en tiempos más recientes maquinistas y empleados de acerías. Los estadounidenses los llaman hillbillies, rednecks o basura blanca. Yo los llamo vecinos, amigos y familia'.
J.D. Vance nació poco predispuesto a salir adelante. Con una madre drogadicta que, desde que era pequeño, le pedía pruebas de orina para engañar al sistema; que cambiaba tantas veces de pareja como de calcetines, con violencia y peleas continuas y sin un hogar estable. Vance fue criado en una familia desestructurada de hillbillies originarios de los Apalaches, en Jackson (Kentucky), en el corazón del país del carbón. Y aunque la familia pronto abandonó sus orígenes y, como tantas otras, emigró a Ohio, Vance dota de mucha importancia a Jackson y a la casa de su bisabuela, que fue también la casa de sus abuelos y un ocasional refugio de vacaciones para sus años de infancia. Aquí es donde el punto de interés, si se quiere, antropológico del libro, cobra relieve para mostrarnos cómo la emigración no solo representó, sobre el papel, un sinfín de oportunidades para quienes migraron, sino también una fuerte ruptura cultural con los orígenes, una ruptura que en el caso del colectivo hillbilly supuso una pérdida de raíces y un continuo desnortarse hacia la marginalidad social. El pueblo de Jackson bien puede ser tildado como 'Paletolandia' por un yanqui de la costa este, pero para J.D. Vance representa un respetable origen, un lugar donde, al menos, los hillbillies podían ser ellos mismos y salir adelante con su fuerte cohesión familiar y con sus costumbres tradicionales, tanto las buenas como las malas. En cambio, en ciudades de aluvión como Middletown (Ohio), aún con su tamaño y sus muchos servicios, los hillbilly no eran nadie.
Llegados a este punto, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿perder las raíces conlleva necesariamente algo malo? Podríamos contestar que, a pesar de la innegable pérdida, el balance no es necesariamente negativo siempre que la vida mejore material y espiritualmente, si se me permite este anacrónico término. En el caso de muchos hillbillies, de hecho, supuso algo bueno durante décadas, pues el sueño de la escalera social mejoró sus vidas y e hizo algo nuevo de quienes se esforzaron. Así, la generación del abuelo de Vance consiguió trabajo en la acería de Armco Steel, la gran empresa empleadora de la ciudad. Pueden ustedes imaginarse que hablamos de mediados del siglo pasado: nacimiento de la clase media, baby boom, consumismo, aparición de las primeras lavadoras domésticas y televisiones. El estereotipo del paleto blanco no fue ajeno a todo esto: conservaron su idiosincrasia cultural, sus relaciones violentas, su costumbre de discutir a gritos en lugares públicos y su facilidad para sacar la escopeta.
'Nuestros hábitos alimentarios y deportivos parecen pensados para mandarnos pronto a la tumba. Y están funcionando: en ciertas partes de Kentucky la esperanza de vida es de sesenta y siete años, una década y media inferior a la de la vecina Virginia (...) Comemos bollos de canela Pillsbury para desayunar, Taco Bell para comer y McDonald's para cenar. Nunca cocinamos, aunque es más barato para el cuerpo y alma'.
Paralelamente al relato biográfico de su propia familia, Vance nos lleva de la mano por su ciudad, Middletown, que sirve en cierta manera de microcosmos para explicar el cambio industrial y urbanístico del Cinturón del Óxido y en general del Midwest de Estados Unidos. Esta parte del libro, la dedicada al urbanismo, consigue apelar a cualquier lector más allá del interés particular por ésta u otra ciudad. En 1989, Armco Steel se fusionó con la japonesa Kawasaki y aquello no fue sino el principio de una larga serie de cambios y sustituciones en el mundo empresarial de Middletown. El elefante en la habitación ha sido, por supuesto, la globalización y sus consecuencias en el tejido industrial y en la configuración urbana; el centro comercial, así como los negocios y los restaurantes del centro de la ciudad, florecientes aún en los años ochenta, fueron decayendo y conforman hoy los restos de un naufragio. La heroína campa a sus anchas y se lleva al año demasiados muertos. Los hillbillies hijos de los maquinistas industriales sobreviven entre el paro y los trabajos esporádicos, alimentándose de comida basura y maldiciendo al gobierno y a los chinos, mulatos o hispanos sin formación cualificada que llegan a Estados Unidos con ganas de trabajar. ¿La razón? Flota la acusación de que los extranjeros vienen a quitar el trabajo a los auténticos americanos: el prejuicio de siempre, maridado con la xenofobia.
'También descubrí cómo la gente hacía trampas al estado del bienestar. Compraban dos paquetes de doce refrescos con vales de comida y después los vendían con descuento por dinero en efectivo (...) Yo no lograba entender por qué nuestras vidas eran una lucha constante mientras que quienes vivían de la generosidad del gobierno tenían cacharros con los que yo sólo podía soñar'.
Vance realiza su propio diagnóstico en el que el conformismo es la causa de todos los males, lanzando un alegato a favor de la responsabilidad sobre la propia vida. No piensen que es un ingenuo. Sabe que la educación y el entorno condicionan en extremo la visión sobre las expectativas y configuran la propia suerte. En su relato, agradece a personas como su abuela, a la que llama cariñosamente mamaw, en jerga hillbilly, haberle aportado un mínimo de sostén. En general, Vance tiene mejores palabras para la generación de clase trabajadora de sus abuelos que para la generación de su madre, los nacidos en el baby boom de los años cincuenta:
'Mis abuelos encarnaban un tipo: pasados de moda, creyentes sin aspavientos, con confianza en sí mismos, trabajadores. Mi madre y, cada vez más, todo el vecindario encarnaban otro: consumistas, airados, aislados, desconfiados'.
El 'conservadurismo moderno' del autor es, por tanto, la ideología que le salvó la vida y conformó su futuro. Así, harto de las idas y recaídas de su madre y harto de Middletown, se enroló en los marines. En el libro se dedican muchas páginas a explicar cómo el paso por la Marina limpió al autor de sus malas costumbres alimenticias y le inculcó disciplina, un valor del que carecía y que posteriormente le abriría las expectativas sobre sí mismo. De la universidad pasó a la Facultad de Derecho. Lo que salva la obra de J.D. Vance de la demagogia es que es un relato honesto: quiere creer en el sueño americano, pero muestra lo que éste tiene de irreal a través de su propia experiencia. El capital social es uno de los valores más importantes para tener éxito en Estados Unidos; a su vez, para conseguir contactos, hace falta dominar determinadas habilidades sociales no estandarizadas en cualquier tipo de contexto. Conocimientos elementales para cualquier estudiante criado en una familia modelo son absolutamente desconocidas para un hillbilly. J.D. Vance acudió a su primera entrevista universitaria con uniforme militar, ante la mirada atónita del entrevistador. Podría decirse que esos protocolos y habilidades están ahí para expulsar a quien no pertenezca a la casta de los privilegiados; sin embargo, Vance prefiere evitar el victimismo y fijar la atención en aquello que los grupos marginales no hacen para poder salir de su marginalidad.
En esta reseña he subrayado las implicaciones más sociológicas del libro, pero 'Hillbilly, una elegía rural' es también un relato vívido y personal cargado de pasajes intensos a través de la historia de una familia a lo largo de varias décadas. El autor consigue hacernos sentir interés por su historia particular y esto no siempre es fácil de conseguir. Por todo ello, su lectura es recomendable si uno quiere bucear en la América profunda que dio la victoria a Donald Trump, aunque no se esté de acuerdo con los principios políticos de J.D. Vance. Su relato tiene interés al abordar el terreno cultural, aunque la postura sea incompleta e inevitablemente sesgada, desde un conservadurismo teñido con algo de ideología libertaria. No por ello es, como decía, una postura deshonesta. El mensaje resultó una crítica tanto al populismo de derechas que aupó a Trump como al progresismo de izquierdas que no ha sabido dar una respuesta adecuada a los problemas del votante blanco despechado.
'Mi padre, por ejemplo, nunca ha despreciado el trabajo duro, pero desconfía de algunos de los caminos más evidentes para el ascenso social. Cuando supo que había decidido estudiar Derecho en Yale, me preguntó si, en las solicitudes, había simulado ser negro o progresista. Así de bajas son las expectativas culturales de la clase trabajadora estadounidense'.
Apunto este libro entre mis futuras lecturas, el libro del Gran Hotel Abismo me gustó mucho.
ResponderEliminarEse mundo hillbilly ya no nos es extraño gracias a los medios audiovisuales. Series incluso de humor, Me llamo Earl, o thrillers como Ozark o True Detective; las películas documentales de Michael Moore aunque hablen de Míchigan y la crisis de la automoción o de sus empresas auxiliares. Todas ellas nos ofrecen un contraste entre ciudad y campo, entre costa e interior o entre ricos y pobres que alimenta un discurso bipolar identitario. El problema es como se ha creado una barrera entre sectores: uno culto, universitario, urbanita, liberal frente a una sociedad que no ha podido o no le han dejado subirse a ese autobús. El primero es demócrata y está demasiado preocupado por la identidad de género o la sexualidad tiene una visión culturalista y ha abandonado las viejas cuestiones obreras. El segundo ve a aquellos como una casta de privilegiados de la que hay que aprovecharse para beneficio propio gracias a sus políticas populistas y condescendientes.
Es lo que me sugiere tu crítica a ese libro.
Saludos
Me alegro de que te gustase 'Gran Hotel Abismo' y, si algún día enganchas este, espero no te defraude. El libro de Vance encabezó las listas de ventas en EEUU durante mucho tiempo y el New York Times y la CNN ficharon a su autor. Han hecho del libro una ¿película? ¿miniserie? No estoy muy seguro, pero la ha dirigido Ron Howard. Por eso me temo que dejará de lado buena parte de su interés para explotar la parte lacrimógena al estilo del director, pero no me hagas ni caso porque no la he visto, hablo desde el prejuicio.
EliminarY muy de acuerdo con tu análisis de la problemática actual en la cultura estadounidense. El triunfo de las ideologías identitarias en EEUU ha enterrado otros debates. Vance se centra en las bajas expectativas que inmovilizan culturalmente a su extenso grupo social, impidiendo su amplitud de miras, y no no incluye el nuevo paradigma identitario, pero es imposible leerlo sin tenerlo en mente. Además, incluso dentro de las normas de juego del identitarismo, a diferencia de la población afroamericana, los ''white trash'' no solo son un grupo ''desclasado'' sino que tampoco son respetados como grupo social.
Un saludo.
He estado buscando cosas de Vance en Internet y aparte de ser muy bueno en los negocios he visto que se va a presentar como senador por el Partido Republicano en Ohio este año. Lo retratan como un líder del nuevo conservadurismo americano y aunque en el 2016 renegó de la candidatura de Donald Trump ahora lo apoya, quizás para ser apoyado él mismo por el partido. También sostiene como la derecha republicana que Biden ganó por fraude electoral.
Eliminar¿Oportunismo?
Saludos
Me enteré de que se había metido en política la semana pasada, porque no había seguido la pista a este señor desde hacía algunos años. Inicialmente iba a decir al final que, ahora que se ha metido en política, esperemos que no caiga en la demagogia populista que tanto criticó en su libro. Al final no incluí ese comentario porque, la verdad, no ponía la mano en el fuego por ello. Y con lo que dices sobre su nueva postura ante Trump y que ha acusado a Biden de fraude electoral (eso no lo sabía) se ve que sí, que ha caído en la peor demagogia.
EliminarPor lo demás, Vance ya se erigió en líder de un nuevo conservadurismo, de cara a la opinión pública, con el éxito de 'Hillbilly'. Nada que no se encuentre en su libro, que recomiendo en cualquier caso. Como digo en la entrada, en mi opinión su discurso general se salva de la demagogia, a la que se asoma peligrosamente, porque las opiniones vertidas están integradas en un relato honesto. No comulgo con sus ideas políticas; pero su crítica cultural y su relato vivido me parecen de gran interés. Si alguna vez lo lees y te acuerdas, ya me comentarás tu opinión.
Un saludo.
No conocía el libro ni al autor, pero me ha resultado muy interesante. Hablas de la honestidad, y esa es la sensación que he recibido mientra leía. Una sensación de que el autor dice lo que siente y piensa, sin quitar ni poner, sin querer quedar bien en ningún sentido.
ResponderEliminarMe ha interesado especialmente la distinción entre la generation de sus abuelos y la de sus padres, y creo que Vance es muy afortunado por haberse "arrimado" a su abuela. Algo así también vemos en nuestro entorno, creo, aunque con las diferencias obvias.
Una reseña muy profunda, que denota una lectura atenta e interesada. Tomo nota.
Saludos.
Gracias, Ángeles. El libro no es ningún ensayo político, aunque el autor no pretende esconder sus ideas políticas. Habla con honestidad de su pasado, su familia y su grupo social, y por ello tiene ese doble interés, como historia personal y colectiva, por un lado, y como señalamiento de problemas que llevan al debate, por otro.
EliminarComo dices, salvando todas las diferencias - que son muchas - encontramos ejemplos más cercanos de cierta reivindicación de la generación de los abuelos, y aparte, dejando el ámbito sociológico, de personas que se han sido ''salvadas'' en lo personal por determinados familiares. La abuela de Vance debió ser de armas tomar, pero encontraba en ella y en su generación un modelo más preferible que el de su madre, por razones obvias. A partir de ahí, la postura política defendida por Vance puede ser discutida, por supuesto.
Un saludo.
Se nota que lo has leido con detenimiento, porque el comentario es magnífico y demuestra haber pillado el espiritu que lleva al autor a escribirlo.
ResponderEliminarDesde el punto de vista de un europeo occidental, tan acostumbrado a las políticas garantistas y a un estado del Bienestar que, aun renqueante, se va manteniendo, hay muchos aspectos de la sociedad de esa América Profunda que nos resultan incomprensibles.
En conjunto, me resulta difícil de entender cómo una gente que tuvo el valor casi suicida de colonizar un país tan grande, de costa a costa, tan amante de sus armas y de su independencia "libertaria" como tú dices (aunque el concepto de libertario allí es ligermente distinto al nuestro), haya preferido encerrarse en sí misma y abandonar la lucha por una mejora social y laboral rindiéndose ante un sistema que los ordeña como pilas (me ha salido la analogía de Matrix). Que no digo yo que aquí la situación sea mucho mejor, pero de momento aún podemos pelear por algunos cambios sin necesidad de que llegue un iluminado a engañarnos de nuevo.
Y también comprendo que, como aquí, la izquierda progresista se ha desprestigiado totalmente olvidando la lucha del trabajador, y que la abstención sea enorme (favorecida por un peculiar sistema electoral que parece incitarla). Por desgracia, esa izquierda ya se parece mucho a la de aquí: olvidan que, mientras no se hable de dinero, la derecha y el Poder están dispuestos a asumir los protocolos de género, el lenguaje inclusivo y todas esas disposiciones tan vistosas. Acabarán dejando a la izquierda sin ideario. Como allí. Los personajes como Trump allí o Ayuso aquí son la primera consecuencia.
Saludos mil.
Muchas gracias, Rick. A mí también me sorprende en muchos aspectos la cultura estadounidense, desde nuestra perspectiva. Como dices influye su propia historia, aparte de sus propias contradicciones y conflictos internos (hablamos de un país enorme).
EliminarSu sistema político tiene algunos fundamentos sólidos que apenas han cambiado, aunque por otro lado su liberalismo de base alberga ideologías muy diversas, desde el progresismo social hasta la tendencia más conservadora, que puede ser liberal (o incluso libertaria) en lo económico, pero en el terreno moral no tiene nada de liberal.
Allí prima la cultura del éxito, que tiene su cara y su cruz, ya que tiende a cargar las tintas con el que fracasa. Debido a esta cultura, los triunfadores tienden a fijarse solo en los méritos propios que les han llevado a ser lo que son, olvidando las circunstancias que les han ayudado. Sin embargo, el autor de este libro no habla de esto, sino que se centra en otro problema de índole cultural: los enormes grupos sociales sin incentivo para mejorar, aun cuando tienen en su mano distintas posibilidades para hacerlo, como diversas ayudas sociales. Es síntoma de que algo falla. Este señalamiento a las mentalidades y la responsabilidad personal, por encima de los condicionamientos del ambiente, es compatible con la crítica a las desigualdades sociales, aunque muchas veces se convierta en un discurso tramposo y facilón del éxito, basado en una falsa meritocracia.
Los personajes como Trump o Ayuso, entre otros, hacen bastante daño a la política, rebajando el nivel y provocando un desinterés generalizado. Por no hablar de la ''posverdad'', la poca importancia que se da a diferenciar hechos de opiniones de cara al debate público franco y transparente. Hemos importado algunas ideologías de EEUU para terminar de complicar el cuadro, como el discurso identitario, pero nosotros también tenemos lo nuestro...
Un saludo.
He visto hace poco la serie Dopesick, que trascurre en los Apalaches y recrea la forma de vida de los hillbilly. Una de las cosas que me llamó la atención de la serie es lo poco que aparecen en las ficciones este tipo de ambientes y la clase obrera americana. Y cuando lo hacen es para mal. Antes la clase obrera tenía un prestigio, aunque solo fuera como enemigos de clase, ahora son meras comparsas del sistema, tanto en América como en Europa. Los que hablan de la izquierda difusa, más preocupada en defender a colectivos muy concretos que en las amplias capas de gente necesitada, tienen parte de razón. La izquierda ha abandonado a la clase trabajadora, normal que los populistas de derechas hagan su agosto.
ResponderEliminarMe apunto la serie, aunque veo muy pocas, porque no hay tiempo para todo. Además, creo que Dopesick solo está en la plataforma de Disney. Pese a todo, pinta bastante bien.
EliminarEl populismo, sea de derechas o de izquierdas, siempre es una respuesta sencilla a un problema complejo no resuelto. Ahora tendremos que aguantar a los políticos de Vox disfrazados de agricultores y ganaderos. Como dijo aquel, si queremos ilustrar qué es el populismo, recordemos a Arias Cañete subido en un tractor.
Aquí no me atrevería a decir que la izquierda haya abandonado a la clase trabajadora, y por fortuna tenemos un sistema sanitario que ya quisieran en América, pero es verdad que determinados discursos, como el identitario, sí eclipsan problemas y debates abiertos que deberían llevarse a cabo. Discurso identitario que, aparte de sus excesos y problemas en sí mismos, supone gasolina para la guerra cultural, pues beneficia puntualmente tanto a partidos de un bando como del otro. Es otro problema que arrastramos, el de la polarización: aquí se vota muchas veces en contra del enemigo, antes que a favor de determinadas medidas.
Un saludo.