Si hay algo que me gusta de los cuentos de hadas, además de su género fantástico, sus tramas increíbles y su imaginario sugestivo, es la esencia atemporal que destilan, aun siendo consciente de que esta sensación es ilusoria, pues naturalmente no existen relatos atemporales, ni siquiera los más antiguos mitos. Precisamente, la clave está en su antigüedad, la profundidad desde donde nos hablan dentro de nuestra cultura. Se mueven a caballo entre la sabiduría popular, de tradición oral, y la literatura; arrastran voces que fueron pasando de generación en generación, de región en región y de país en país.
Hoy nuestro viaje nos lleva a tierras italianas, concretamente a Nápoles, la refulgente ciudad de las ventanas abiertas y la vida callejera, esa que tanto sorprendió a Walter Benjamin en el siglo pasado, otorgándole el adjetivo de 'porosa'. Pues si su vida colectiva y sus ruidosas y vivaces costumbres han sobrevivido tanto tiempo, mejor podemos imaginarla en el siglo diecisiete. Giambattista Basile (1575 - 1632), escritor barroquísimo de una época muy barroca, dejó escrito un libro que su hermana le publicaría póstumamente, al que tituló Lo cunto de li cunti overo lo trattenemiento de peccerille (El cuento de los cuentos, o el entretenimiento de los pequeños) y que hoy conocemos sencillamente como 'Pentamerón', ya que su estructura formal se inspiraba en la obra más famosa de Boccaccio, siendo el número de cuentos en este caso cincuenta, habiendo un relato que enmarca a los otros cuarenta y nueve.
No puedo sino recomendar la excelente edición que de esta obra dispone la editorial Siruela, ya que me consta que es la única que ofrece el texto original íntegro en castellano, con su correspondiente aparato crítico y notas a pie de página, que se agradecen para comprender el sinfín de referencias contextuales, así como los términos que el mismo autor tomó del español. Basile escribía en dialecto napolitano y se dirigía a los napolitanos, y por ello incluyó muchos guiños cómicos de barrios y pueblos, tópicos y burlas, que el lector nativo comprendía a la perfección. También nosotros, a pesar de la distancia temporal y de la fantasía del género, que desdibuja geografías y costumbres de manera inverosímil, aprendemos algo de los usos napolitanos de aquel entonces: por ejemplo, en el cuento 'El mercader', cierto adolescente tiene que huir de la ciudad sin demora porque, a resultas de una petriata en la Arenaccia, mata a un joven noble de una pedrada en la cabeza; la petriata era un entretenimiento brutal que al parecer se practicaba con mucha frecuencia en Nápoles, durando hasta el siglo diecinueve, y consistía en que los púberes de los distintos barrios rivales se enfrentaban en la Arenaccia mediante un bombardeo de piedras.
Pero si algo hace único al 'Pentamerón' y lo distingue de cualquier otra obra posterior, es su voluntad de estilo, que lejos de ser simple atrezo, constituye la esencia misma de la obra. Basile escribe con un denso y sobrecargado barroquismo, que en este caso es gloria bendita de saborear, y despierta más de una sonrisa en cada uno de sus relatos. Este humor se da sobre todo en las descripciones de caracteres y en las metáforas estéticas, como las de belleza y fealdad. Sus líneas son como plantas de hiedra que se enredan en las páginas, uniendo el encanto de la literatura barroca con la frescura del relato oral. Tengo que destacar también otra firma del autor en sus cuentos, y son sus transiciones del paso de la noche al día, o viceversa; esto fue algo que aprecié mucho según iba leyéndolo, por lo que no me sorprendió que Italo Calvino lo destacara en su epílogo a la obra. Lean algunos ejemplos:
'... cuando el Sol hubo salido a oír la lección que recitaban las aves y con el azote de sus rayos hubo barrido a los grillos que habían ensuciado la escuela de los campos...'
'...a la hora en que sale la Aurora a arrojar el orinal de su viejo, lleno de arenilla roja, por la ventana de Oriente...'
'...y cuando el Sol, como una puta acabada, empezó a mudarse de barrio...'
Hay varias constantes que se repiten en el extenso surtido de cuentos de Basile, y que se repetirán en futuras obras del género que más tarde se llamaría 'cuento de hadas': jóvenes de familias desafortunadas se las ven, en un giro de la fortuna, departiendo con reyes, príncipes y princesas, y llegando a alcanzar, en muchos casos, el trono de algún reino ficticio. Hay tramas muy subrayadas que casi se calcan unas a otras, diferenciándose algunos cuentos solo por algunas variaciones, a saber: la bella muchacha envidiada por sus hermanas o por las vecinas del barrio, los celos de una madrastra, los deseos irreflexivos de algún príncipe, o el joven atolondrado que desoye los consejos de su padre y acaba metido en alguna aventura imposible. Hay animales parlantes, así como sortilegios y maleficios debidos únicamente a la buena o mala voluntad de los personajes que posean semejantes poderes; los ogros y ogresas - aquí aparecen por igual en ambos sexos - son feos y repulsivos, normalmente caníbales y en muchos casos malvados, mientras que las hadas y los hados son seres de inmensa belleza, definidos no tanto por la realización de magia benéfica, sino por su condición de objetos del deseo destinados a la consumación sexual de los afortunados protagonistas de los cuentos. Es de notar que Basile fue el autor que acuñó el término 'ogro' para el imaginario fantástico europeo, donde ya existían seres semejantes, aunque bautizados con nombres diversos.
Sobra decir que tanto el relato principal como el resto de historias estarían bastante lejos de ser consideradas hoy como cuentos infantiles; incluso en su época, Basile proyectaba que su obra agradara tanto a los niños como al público adulto, siendo el tono general de humor grotesco. Con todo, y a pesar de que los elementos aquí plasmados han sufrido una marcada evolución hasta las actuales películas de Disney, no sería exagerado cifrar en el Pentamerón uno de los genomas del cuento de hadas moderno.
Y es que algunos de los más famosos cuentos de hadas tienen su origen literario en esta obra, como por ejemplo 'Cagliuso', que más tarde Perrault hizo célebre con su versión 'El gato con botas', donde en Basile se trataba de una gata y, por cierto, sin botas. Y hablando de gatas, la más antigua versión escrita de otro famoso cuento se encuentra también en el Pentamerón con 'La gata Cenicienta'; pero si hablamos de cuentos hoy bien conocidos, también está aquí 'Petrosinella', que más de cien años después sería mejor conocida como 'Rapunzel' a través de los hermanos Grimm, y también 'La osa', que me recuerda bastante, en esencia, al 'Piel de asno' del francés.
Habida cuenta de lo anteriormente comentado sobre la obra de Basile, sobra decir que todas estas versiones primigenias son más crueles que las futuras versiones del género. Valga de perfecto ejemplo el cuento 'Sol, Luna y Talía', primera versión escrita de 'La bella durmiente' de Perrault y los Grimm, que sufrió una evolución progresiva a lo largo de los tres textos, suavizándose cada vez más para adecuarse a la mente infantil de cada respectiva época. En el original del Pentamerón, la princesa Talía es encontrada por un rey que, al verla dormida por la maldición del uso, aprovecha para violarla hasta dejarla embarazada; posteriormente, su mujer, llena de ira por el adulterio de su marido, ordena que quemen vivos a los hijos de aquella violación, así como a la princesa, para luego comerse los restos a modo de venganza. Perrault decidirá eliminar la violación y hará que el rey casado sea mejor un príncipe, para evitar el adulterio, y finalmente los Grimm eliminarán también la tentativa de venganza final. Como es sabido, en el pasado siglo, el estudio Disney se basó en el trabajo de los Grimm para popularizar su también conocida versión cinematográfica, desde la óptica conservadora norteamericana que edulcoraba más la historia y redondeaba la trama romántica en torno al príncipe y la princesa.
Pero el Pentamerón nos ofrece asimismo humor gamberro, no falto de escenas escatológicas. En 'La pulga' nos encontramos a un rey tan extravagante que decide criar a una pulga y alimentarla hasta que alcanza un tamaño monstruoso, tan grande que, cuando la despelleja, se le ocurre la idea de organizar un concurso en su reino, y entregar la mano de su hija a la persona que adivine de qué animal es esa extraña piel negra. En 'La cucaracha, el ratón y el grillo', un joven utiliza a tres animales mágicos para evitar que cierto príncipe alemán consuma su matrimonio, para lo cual los animalillos se introducen entre las posaderas del príncipe, juegan con sus intestinos y provocan que éste manche las sábanas y a la princesa. En 'La oca', otro príncipe decide hacer sus necesidades en un sucio callejón, y para limpiarse utiliza una oca muerta que allí andaba tirada, que en realidad no está muerta, y se le queda agarrada con el pico al trasero, tanto que ni los médicos del reino pueden apartarla. En 'Viola', una bella joven es dejada por sus rencorosas hermanas en el jardín de un ogro, que la ve pocos después de salir a lanzar una flatulencia, creyendo así que la joven ha nacido de sus propias ventosidades. Y así podríamos seguir enumerando cuentos y escenas de similar humor.
También se recrea Basile en la belleza en cuentos como 'El mirto', donde un hada nace de una planta que cuidaba cierto príncipe, surgiendo una poderosa atracción entre ellos que solo rompe la envidia de unas prostitutas, que deciden destrozar a la planta, y con ella al hada. Una multiplicidad de metáforas plásticas une la estética y la moral, el bien contra el mal y la belleza contra la fealdad. Uno de mis cuentos preferidos es 'La vieja desollada', perfecto despilfarro de creatividad descriptiva en torno a la belleza y la fealdad: en los bajos del palacio de un rey viven dos viejas hermanas a puerta cerrada; el rey solo escucha sus voces pero jamás ha conocido el aspecto de estas mujeres, por lo que es engañado por ellas y, tras descubrirse la trampa, la mayor de las viejas es lanzada por una ventana, quedando su cuerpo colgado de un árbol; un hada se apiada de ella y la hace rejuvenecer hasta sus años lozanos. Cuando la vieja rejuvenecida logra los favores del rey, su hermana siente envidia e insiste en preguntarle acerca de la razón de su ventura, a lo que la otra contesta con mala fe: '¡He hecho que me desollen, hermana mía!'. El final del cuento, de un extremado humor negro, lleva a la pobre hermana a un barbero a mandar que también a ella la desuellen viva.
No me extiendo más. Podría detenerme en otros cuentos, tantos como los muchos disfraces que diversos personajes se colocan para moverse por este mundo mágico, a la vez cruel y bello, doloroso y gracioso, pero entonces terminaría por excederme con las dimensiones que pretendía para esta reseña, ya bastante dilatada en el espacio, pues en boca cerrada no entran moscas y consejos vendo, que para mí no tengo. Si quieren ustedes conocer los orígenes de los cuentos de hadas en negro sobre blanco, no dejen de visitar esta fabulosa - nunca mejor dicho - obra de Basile. A quien buen libro se arrima, buena lectura le cobija.
No es necesario disculparse por ser inconstante en tus entradas y por tocar temas que te atraen especialmente porque cuando lo haces le das un toque siempre sugestivo e interesante.
ResponderEliminarDesconocía completamente la obra de este autor aunque he leído recientemente recopilatorios de cuentos y fábulas de Perrault y La Fontaine. Como sabemos los cuentos y fábulas son obras en constante crecimiento que nunca tienen una versión definitiva por mucho que esos autores conocidos quieran fijarlos en un estado determinado. Por ejemplo el cuento de la Caperucita Roja originalmente era puro canibalismo: el lobo le da a Caperucita a comer y beber los restos y sangre de su abuela y el final no es mejor cuando se acuesta con ella disfrazado de abuelita.
Sin embargo estas obras perduran con sus modificaciones porque apelan a una parte de nuestros emociones profundas y se universalizan. Bruno Bettelheim, tan cuestionado hoy en día con toda la razón, escribió esa obra de tanto impacto que fue "Psicoanálisis del cuento de hadas" e hizo un estudio muy discutible sobre el tema.
Saludos
Gracias, Doctor. No he leído ese libro de Bruno Bettelheim, ni creo que lo haga, pero lo conozco por referencias, y precisamente la siguiente entrada tiene mucho que ver con lo que explicas bien en tu comentario. A diferencia de otros cuentos, cuyo origen se pierde en varios territorios del continente, parece que Caperucita Roja es genuinamente francés.
EliminarDel psicoanálisis creo que pensamos parecido. Tomado como posible lectura artística, a veces sus mitos pueden ser sugerentes, pero sin dar crédito a su afán explicativo, y mucho menos terapéutico.
Todos escribimos para cualquiera y para nadie, como tú dices. Esa es nuestra libertad. Y en consecuencia podemos escribir con una cierta constancia, ir a rachas o un día cualquiera dejarlo por un tiempo... o para siempre. Es nuestra prerrogativa, así que no te preocupes por eso.
ResponderEliminarYo tampoco conocía a este señor, aunque por lo que cuentas veo que me he perdido una cara muy interesante de la literatura: el desarrollo de los cuentos a través de los siglos. No sabía que Basile es algo así como el primer creador "organizado" de una gran cantidad de cuentos que con el tiempo se han hecho intemporales, precisamente, y que los Grimm o Perrault o muchos otros han bebido de esa primera fuente para desarrollar nuevas versiones. Además de ese carácter barroco que da una imágenes tan plásticas como las que has puesto de ejemplo.
Pues ya ves: me voy a comprar dos ejemplares. Uno para mí y otro para mi hija mayor, que es muy de historias góticas pero ya le va siendo hora de ir ampliando la perspectiva.
Gracias por este descubrimiento.
Pues tienes toda la razón, Rick. Y eso que tú sí llevas adelante un proyecto con constancia y casi puntualidad británica, que admiro bastante.
EliminarMe alegro de haber servido para recomendar el libro y espero que os guste. Por lo que dices, entre su gusto por Tolkien y las historias góticas, tu hija mayor y yo compartimos más de una afinidad. Gracias a ti por el comentario.
Bienvenido Rodión, una alegría volver a leerte, sobre todo si es para descubrir obras que no conocía. No soy muy amigo de los cuentos, sobre todo los decimonónicos de Perrault, Grimm y demás. Por lo que cuentas, este Basile tenía un temperamento menos moralista y más vitalista y gamberro, lo cual se agradece. Entiendo que en esto y el humor escatológico que se gasta puede estar su vigencia. Me lo apunto.
ResponderEliminarHay costumbres que perduran. De pequeño en el pueblito donde pasé mi feliz infancia nos peleábamos a pedrada limpia, un juego que de aquella nos parecía de lo más normal. Testigos son las tres cicatrices que tengo en la frente y el cuero cabelludo.
Como escritor, uno de los momentos más difíciles y sugestivos para mi es el de intentar ser original describiendo amaneceres y atardeceres, y por los ejemplos que pones Basile dominaba este lance estilístico.
Gracias, Chafardero. Hay prácticas que, aun con sus cambios, se mantienen en el tiempo, sobre todo en los espacios rurales.
EliminarA veces es difícil, para cualquier escritor, escapar de los lugares comunes a la hora de realizar ese tipo de descripciones. También es verdad que un estilo como el de Basile pega bien dentro del conjunto de su prosa, y quizá desentonaría en otros.
Como dice Chafardero, es una alegría volver a leerte y ver tu blog activo. Por supuesto un blog es un sitio personal y cada uno escribe cuando quiere o cuando puede, pero no vuelvas a dejarlo tanto tiempo, eh? :D
ResponderEliminarYo tampoco conocía al signore Basile, pero sólo por haber acuñado la palabra "ogro" ya me merece un respeto. Me gustan esos ejemplos que destacas de su barroquismo, me parecen un alarde de creatividad y de dominio del lenguaje. Sin embargo, ese estilo duro, escatológico, hiperbólico y crudelillo me frena a mí. La descripción de la pobre Grannizia convierte en un adonis al "hombre a una nariz pegado".
Pero, al margen de gustos personales, siempre es estimulante conocer a un autor peculiar.
Un saludo!
Eso intentaré :) Me doy cuenta de que, sin pretenderlo, lo abandono un poco en verano, y septiembre es uno de los periodos en los que lo retomo con ganas.
EliminarPor supuesto, tanto la forma como el fondo pueden gustar más o menos, o no gustar. Es un barroco vitalista, alejado de los extremos artificiosos que algunos le criticaron al estilo, aunque yo no suelo tener problema con esto, porque en general lo disfruto, en especial el arisco Quevedo.
Gracias por el comentario.