Volvemos a Inglaterra para seguir los pasos del viejo Daniel Defoe. Ya lo presentamos como el padrino de la novela inglesa moderna, aunque a él no le habría gustado nada que dijéramos que el material que vendía eran novelas. Habiéndose ganado el respeto tanto en el terreno de la prensa política como con las memorias de su marino de York, nuestro fatigado autor pasa ya de los sesenta años pero trabaja a destajo, ignorado por el establishment culto del neoclasicismo, que siempre lo mirará por encima del hombro, aunque no por el cada vez mayor número de lectores que devoran sus folios.
Dada su carga de trabajo como editor, motivado por la necesidad de pagar las deudas que lo asfixiaban y que ya lo habían encerrado años atrás en Newgate, la prisión de Londres, es meritoria su contribución a la literatura durante la década de los veinte. 1722 es el año milagroso de Defoe, pues publicará tres novelas, comenzando por la indiscutible obra maestra que nos ocupa hoy, 'Moll Flanders'. Nos las habemos con una historia picaresca - heredera, por tanto, de la tradición española - en la que la narradora nos relata su propia vida, desde la niñez hasta la vejez, con su correspondiente evolución psicológica y condicionamiento social.
La narradora no nos da a conocer su verdadero nombre, sino tan solo algunos de los nombres falsos que adopta, así como su apodo más conocido, que es el que intitula el relato. Hija de la infamia, nacida en la prisión de Newgate de una madre que escapó de la horca por llevarla en el vientre, la pequeña es acogida por una benefactora que se ocupará de ella durante su niñez. Aún ignorante del mundo y de los roles sociales, la niña pronto decide que quiere ser una dama, sin saber siquiera lo que esto significa.
'...mi buena aya empezó a comprender lo que yo entendía por ser una dama y que no era otra cosa que poderme ganar el pan con mi trabajo; y al fin me preguntó si esto era así.
Le dije que sí he insistí sobre este particular. Para mí hacer esto era ser una dama y dije:
- Porque hay una mujer así - y le di el nombre de una que remendaba encajes y lavaba los tocados de las señoras -. Esa es una dama y la llaman madam.
- Pobre muchacha - dijo mi buena aya -. Pronto podrías hacerte una dama como esa que dices, porque es persona de mala fama y ya ha tenido dos hijos bastardos'.
Tras este comienzo, Defoe introduce el primer hito importante en su historia: la narradora, hasta ahora ingenua, pierde la inocencia en cuanto supera su primer desengaño amoroso. Pronto comprenderá que no ha nacido para ser dama, aunque su fortuna dependerá tan solo de poder aparentarlo; nunca más se enamorará ni dará un paso en falso: durante la primera parte de la novela, nuestra protagonista sobrevivirá mercadeando con el matrimonio, llegándose a casar cinco veces. En el mundo que nos pinta Defoe, fiel reflejo del suyo propio, el matrimonio es la única manera en la que una mujer puede ascender socialmente. Sobra decir que hablar de amor aquí está fuera de lugar; no hay lugar para el amor cuando se tiene claro el objetivo. La narradora se irá haciendo más cínica, a golpe de necesidad, e irá perdiendo gradualmente sus escrúpulos.
'Verdaderamente gustaba de la compañía de hombres alegres e ingeniosos y, muchas veces, gozaba de ella así como de la de otros; pero noté que los hombres más divertidos resultaban ser los menos atractivos, es decir, los menos atractivos si consideramos cuál era mi meta'.
Amante de la casuística como era, Defoe incluye situaciones vitales harto extravagantes, que podían llevar al lector a la reflexión. El segundo marido de la protagonista se fuga tras quedar en bancarrota, dejándola a ella aún casada pero a la vez viuda para el mundo; el tercer marido, próspero terrateniente en Virginia, resulta ser su propio hermano, lo que propicia que ambos se separen forzosamente, a pesar de haberse unido en matrimonio; al cuarto marido intenta engañarlo, como al anterior, fingiendo ser una viuda con rica dote, pero se da la situación de que éste también la había engañado a ella, fingiendo ser un caballero de posibles: ¿pueden considerar nulo el matrimonio si ambos se habían engañado mutuamente?
Con cada caída, nuestra protagonista se va haciendo más sabia, pero también va perdiendo poder de actuación, ya sea por ir a parar a un lugar peor, por acarrear con hijos o sencillamente por ir desgastándose el mejor capital del que dispone: su propia juventud y belleza. Así, en la segunda parte de la novela, Moll, en connivencia con Mother Midnight, oscura alcahueta, desciende hasta la abierta prostitución y el latrocinio, convirtiéndose en una habilidosa ladrona de fama en la ciudad. En la Inglaterra de Defoe había ascendido la criminalidad, pero también se habían endurecido exageradamente las penas vinculadas a los delitos contra la propiedad, aumentando los tipos penales que conllevaban pena de muerte - el llamado Bloody Code -. Los hampones sabían que se jugaban el tipo, y por eso tenían que ser más duros. Esta dureza caracterizará la evolución de Moll Flanders, que termina por dar con sus huesos en la temible prisión de Newgate, antro donde, ya lo hemos dicho, el propio Defoe había tenido el dudoso honor de residir años atrás.
'El ruido infernal y los rugidos, juramentos y clamor, el hedor y suciedad y todas las espantosas aflicciones que allí vi se sumaban para hacer que el lugar pareciera la representación del mismo infierno y una especie de antesala de él'.
Gracias al enfoque de reportaje verosímil, como lectores actuales tenemos el extraño privilegio de viajar en el tiempo al Londres de comienzos de aquel siglo, a diferencia de las aventuras de Robinson, donde la inventiva contextual de Defoe tenía un peso mayor. En el caso del escritor que nos ocupa, a falta de finuras estéticas, veo en ese realismo el plato principal del menú. Aunque, como ya escribí en el comentario de Robinson Crusoe, el autor no se detiene a pintar ninguna descripción más allá de las referencias necesarias para hacer creer al lector que lo que está contando es absolutamente real. Así, por ejemplo, cuando nuestra protagonista se para a contarnos un recorrido que realiza determinado día por la ciudad, el trazado urbanístico de las calles de aquel Londres es preciso en extremo; también hay referencias a barrios de mala fama como el Mint, localidades cercanas a Londres o la mencionada cárcel de Newgate.
Defoe mantiene cierta ambigüedad sobre la lectura que la narradora hace de su vida, y así el relato gana enteros. ¿Se arrepiente realmente Moll Flanders de sus actos? Lo único que sabemos es que en todo momento sabe manejarse con astucia y previsión, superando en inteligencia a cualquier hombre o mujer con los que se topa. Es curioso cómo, a pesar de todas las diferencias, puede esta novela relacionarse con Robinson Crusoe: en ambos se cuenta la historia de un superviviente que tiene que bregar en terreno hostil - uno por náufrago y la otra por mujer huérfana de clase baja -, en ambos la providencia castiga sus tropiezos y en ambos se da finalmente una redención que los eleva; en ambos, por último, tenemos a un individuo que sabe gestionar sus recursos para acrecentar sus riquezas. Puritanismo y capitalismo dándose la mano: el que persevera, alcanza.
-Sí, hija mía, sí es; yo te enseñaré el camino de tu casa.La niña llevaba un collarcito de cuentas de oro y puse mi vista en él y, en la oscuridad del patio, me agaché simulando que le arreglaba a la niña el zueco que tenía suelto, y le quité el collar. La niña no se dio cuenta y así seguí con ella. En este momento, digo, que el demonio me sugirió que matara a la niña en el patio oscuro, para que no llorase, pero el simple pensamiento me aterró de tal manera que estuve a punto de desvanecerme; pero haciendo girar a la niña le dije que se volviera porque aquél no era el camino de su casa.
Moll Flanders me parece un personaje interesantísimo, una gran creación literaria, por su carnalidad y su complejidad psicológica y moral. La novela es además, como señalas, un gran cuadro de la vida de los más desfavorecidos en la Inglaterra de la época.
ResponderEliminarMe ha parecido muy interesante la relación que has establecido entre Robinson y Moll; cómo son, en esencia, personajes semejantes en situaciones semejantes. Por cierto que, bien mirado, creo que la situación de Robinson es preferible, con toda su soledad y sus dificultades.
Como seguro sabes, Dickens visitó la prisión de Newgate un siglo después, y quedó impresionado por las condiciones y el ambiente, que seguía siendo espantoso, y la inmortalizó en Oliver Twist. Y sabrás también que la prisión dio origen a un estilo de novelas (folletines, de los que hablábamos hace poco), llamadas precisamente "Newgate novels".
Saludos!
Pienso igual. He releído la novela hace poco y Moll Flanders me parece el mejor personaje de Defoe y eso que creó otros narradores con algunas características similares, esa firma marcada que hace tan personal la literatura de este autor. Pero Moll tiene entidad, ''carnalidad'', como dices. Defoe se basó en varios casos reales para componerla y realmente estudió el mundo criminal de su época, además de añadir su propia cosecha.
EliminarConocía lo de Dickens y ese subgénero decimonónico, aunque no he leído ninguna de esas 'Newgate novels' folletinescas. Curiosamente, he pensado en Dickens, por distinto motivo, al leer recientemente otra novela de Defoe que pasará pronto por aquí. Y volviendo al mundo del crimen y de Newgate, es muy recomendable lo que escribieron Defoe y Fielding sobre Jonathan Wild. Durante la primera mitad del siglo XVIII ya triunfaron esas historias carcelarias, a modo de confesiones de los reos más famosos, claro que una cosa son los simples escritos sensacionalistas y otra las creaciones de los buenos escritores. Respecto al primer caso, parece que a veces eran los propios capellanes los que vendían al público las confesiones que arrancaban a los presos, lo cual dice mucho del alto nivel de corrupción de Newgate (esto lo denuncia el propio Daniel Defoe). Esa cárcel estaba tan corrompida que se sabe incluso que algunos guardianes, compinchados con los presos, dejaban salir a determinados ladrones por la noche y luego se repartían las ganancias.
Saludos.
Creo recordar un pasado artículo tuyo sobre está pícara. Interesante el paralelismo que creas con Robinson y la filosofía capitalista que subyace. En aquel momento quizás fuera un buen planteamiento social, la cultura del esfuerzo y tal y tal. Hoy en día es palmaria su falsedad, medran los que tienen contactos y capital, los demás seguirán en el pozo .
ResponderEliminarInteresante también el retrato del bajo mundo londinense, no creo que muy retratado hasta aquel momento. Y como todas las pícaras, Moll como antihéroe, como desheredada que es el centro de la historia, me parece un gran avance en la historia de la literatura
He reescrito la entrada, pero sí, verás unas cuantas reseñas sobre libros que ya publiqué en su día. Como dije, lo siento por los que, como tú, ya me leísteis en su día, y por eso te agradezco doblemente el comentario.
EliminarEsa cultura del éxito, sin despreciar lo que tiene de positivo, conlleva sus trampas y pretende ignorar que la partida siempre es desigual, efectivamente. En la época y contexto de Defoe, su planteamiento era la línea más progresista, pues se oponía a las rigideces de la vieja sociedad estamental. El propio Defoe fue siempre lo que hoy llaman un emprendedor vocacional, amante de los negocios, pero las deudas lo amarraron en corto y hubo quien se aprovechó de ello.
Estoy de acuerdo: Moll Flanders, como antihéroe y personaje femenino de carácter, fue todo un avance.
Saludos.