lunes, 22 de mayo de 2023

Diario del año de la peste. Daniel Defoe


Cuando se desata la tragedia, siempre surgen voces preclaras que claman, a toro pasado, haberla predicho con total seguridad, aun sin fundamento, y aquella no fue una excepción. Dijeron algunos próceres que desde que el año anterior vieran aquel cometa surcando el cielo, supieron que una calamidad amenazaba la ciudad. Lo cierto es que, desde que la gran epidemia de peste bubónica arribó a Europa, desde Asia, en el siglo catorce, nunca había desaparecido del todo, pero lo que se vivió en el siglo diecisiete fue una segunda oleada en toda regla. En el año 1665 llegó a Londres y esquilmó a su población. Hay que tener en cuenta, además, el gran incendio que arrasó la ciudad al año siguiente, coincidiendo con el final de la epidemia, pues supuso un hito en la capital de Inglaterra, que tuvo que reconstruirse en buena medida. 

Todavía vivían muchos supervivientes cuando Daniel Defoe publicó en 1722 A Journal of the Plague Year, novela que se tomó como un documento real de la época, y hasta hace bien poco así ha seguido tomándose para los lectores. Nuestro avezado autor escogió aquel tema por su rabiosa actualidad, motivado por una reciente epidemia de peste sucedida en Marsella. Ya hemos comentado en el blog cómo este buen mercachifle supo vender escritos propios como testimonios supuestamente auténticos de diversos aventureros de ambos sexos. En esta ocasión nos las vemos con un superviviente de la Gran Plaga de 1665, un año antes del incendio, también tristemente famoso. Defoe era solo un niño cuando sucedieron ambas catástrofes, pero recurrió a testimonios de primera mano para lograr su particular crónica de sucesos. 

De aquella plaga se publicaron no pocos artículos hace unos años, con razón de la pandemia de SARS-CoV-2, aunque huelga decir que hay demasiadas diferencias entre ambas como para establecer comparaciones. En nuestros tiempos, atender a oscuras teorías de la conspiración no se aleja demasiado de concebir la enfermedad como una plaga bíblica de vector epidemiológico desconocido, por lo que el negacionismo que vivimos entonces no tenía justificación alguna.

En 1665, el conocimiento médico no había progresado apenas desde los tiempos de la Peste Negra medieval. A pesar de todo, las autoridades londinenses innovaron con medidas de contención, acertadas algunas y bastante contraproducentes otras, como fueron las normativas que mandaron exterminar perros y gatos, siendo estos últimos bastante útiles para hostigar al auténtico vector de la enfermedad: las ratas que se multiplicaban en aquel Londres mugriento y recorrían, sin causar alarma, las calles y las casas, siendo habitantes muy comunes sobre todo en las cocinas.


‘Diario del año de la peste’ está escrito de una sola pieza, sin capítulos, cargado de datos cuya intención es informar y lograr, de paso, ese efecto de verosimilitud que es la marca del autor. A diferencia de Robin o Moll, aquí el narrador es casi invisible, un mero cronista de las desgracias que suceden a su alrededor, sirviendo asimismo de voz para las opiniones del escritor en cuestiones tales como el cerramiento de las casas, el conflicto entre la ciudad y los pueblos del condado o las consecuencias económicas de la epidemia, especialidad en la que despuntó Defoe en cuanto pionero del periodismo económico. En ciertos aspectos, es cierto que no podemos evitar establecer relaciones con la actual crisis del coronavirus en temas tales como la necesidad de las medidas duras de prevención, la cuarentena, la histeria colectiva o el hecho de que, ante las primeras evidencias de descenso de muertes, la población se vuelve temeraria.

Nos paseamos por el mapa de la ciudad y sus parroquias, sus jueces de paz intentando gestionar el caos, sus fanáticos religiosos gritando por las calles, adivinos que sostenían haber leído la catástrofe en el firmamento y medicastros que tendían trampas a los pobres para sacar tajada, insensibles a la miseria humana. También había algunos hombres buenos: funcionarios que vigilaban las casas cerradas, carreteros que trasladaban cuerpos al cementerio, mujeres asignadas por cada parroquia que ejercían de ‘investigadoras’ de cadáveres, así como gente que se jugaba la vida callejeando o saliendo a ganarse el pan.

En uno de los mejores episodios del libro, el autor retoma su interés aventurero y nos lleva a acompañar a unos pocos personajes en su huida de la ciudad, disfrazados y siempre en alerta de ser detenidos bajo la sospecha de provenir de Londres. Escapamos a través de caminos y campiñas, en las que nos encontramos con otras familias que andan buscándose la vida y dependiendo solo de la buena voluntad de unos pocos, si es que se puede uno fiar de alguien cuando el miedo impone su dominio.

Volvemos a tener al Defoe que justifica la utilidad de su publicación, el que plantea dilemas casuísticos y, por supuesto, el que beneficia al ingenio y la piedad religiosa como caminos adecuados para estar a buenas con la divina providencia. Es de justicia reconocer el valor del ‘Diario…’ como un clásico de la literatura por la plasmación de episodios, datos de época y reflexiones sobre el comportamiento humano en tiempos de enfermedad y muerte. 



Daniel Defoe, Diario del año de la peste. Editorial Alba, 2020. Traducción de Carlos Pujol. Obra original publicada en 1722.

Era tan frecuente escuchar, desde la calle, los gritos agudos de las mujeres y los niños, lanzados desde las ventanas y las puertas de sus casas, en las que sus seres queridos estaban muriendo, o tal vez acababan de morir, que hubiesen podido traspasar el corazón más duro del mundo de haberlos escuchado.

14 comentarios:

  1. Un periodista con sus fuentes decenas de años antes de que el periodismo tal como lo concebimos hoy en día naciera como tal.
    Frente a la catastrofe y pocas cosas ha habido tan catastróficas como aquella horrible epidemia del siglo XVII lo que se necesita es capacidad de supervivencia y consuelo. El consuelo que puede adaptar mil formas diferentes.
    Pasada la supervivencia llegan los análisis y si te encuentras con un tipo tan crítico y librepensador como Defoe, puedes entender mucho no solo de lo acontecido como a lo que atañe a la autentica realidad de la naturaleza humana.

    Otra cosa, la distancia con los acontecimientos permite un análisis más racional de los sucedido. Con el Covid mi visión actual no tiene nada que ver con lo que pensaba hace dos o tres años. Nunca he sido negacionista, pero hoy estoy convencido de que nos han mentido de forma vil y descarada. La vacuna ha salvado vidas pero nos ha metido veneno en el cuerpo y hay demasiadas casualidades y secuelas de todo ello.

    Saludos

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    1. Un periodista antes del periodismo, sin duda. Lo que comentas acerca del auxilio y el consuelo, primero, y de la reflexión, después, es lo que da a esta obra ese alcance universal. El comportamiento humano y la variada respuesta ante aquella epidemia de peste es sorprendentemente verosímil.

      Respecto a las vacunas del Covid, discrepo. Como bien dices, ante todo se han salvado muchas vidas. Ante la urgencia, se fabricaron las diferentes vacunas en muy poco tiempo, y se han demostrado muy efectivas ante los casos de enfermedad grave. En el balance de costes y beneficios, se asumió que los programas de vacunación eran la mejor respuesta.

      Luego, no hubo obligatoriedad con las ‘dosis de recuerdo’, pero sí recomendación de parte de las autoridades sanitarias, sobre todo en las personas de riesgo: en el caso del Covid, las evidencias indicaban que supone menor riesgo someterse a la vacuna que al virus, de cara a alcanzar la inmunidad. La gripe, por ejemplo, es un caso distinto, aunque se recomiende la vacunación solo a un tipo de personas de riesgo. Creo que con los efectos secundarios de las vacunas del Covid ha habido un poco de paranoia, y en esto tienen parte de culpa los medios de comunicación, aunque por pura estadística, por supuesto que se han dado muchos casos… No existe ningún fármaco inocuo.

      Saludos.

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    2. Te voy a replicar a tu respuesta por primera vez. Por supuesto, que es mejor la vacuna que someterse al virus, es indudable. Lo que pasa es que algunos hemos sufrido un deterioro físico a raíz de ella. Hablo de mi mismo y de algunas personas muy cercanas, incluso con un doble fallecimiento. No digo que sea por la vacuna pero hay demasiadas casualidades que permiten sospechar que algo pudo haber. Conozco más casos, ya no de gente tan cercana, que corroboran las sospechas.

      No soy persona dada a la paranoia, mis textos creo que lo demuestran, pero hay una sucesión de evidencias que me hacen sospechar. No hablo de conspiración, hablo de cierta precipitación a la hora de colocar las vacunas sin valorar suficientemente sus secuelas. Luego está la actitud del gobierno chino y el negocio de las farmacéuticas.

      Saludos

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    3. Lamento leer eso y te deseo una buena recuperación y salud. Podemos discutir el tema, pero todas las estadísticas del mundo nos sirven de poco consuelo cuando nos toca sufrir a nosotros o a nuestros seres queridos.

      En absoluto te considero dado a la paranoia, más bien al contrario. El escepticismo es una postura sana, y más aún cuando se basa en la propia experiencia.

      Ya sabes que las vacunas contra el Covid se fabricaron en poco tiempo porque se pusieron todos los medios para ello, por la urgencia sanitaria, pero tuvieron que pasar los protocolos. No hay que olvidar que, cuando surgió, el SARS-Cov 2 no era comparable a otros coronavirus conocidos: no había precedentes y hemos tenido que ir aprendiendo necesariamente por el camino.

      Respecto a los efectos secundarios, en los que incluimos la miocarditis y otras cardiopatías, no hay pruebas evidentes de que las vacunas hayan aumentado el riesgo de muerte en ninguna población. Sí lo ha hecho, sobra decir, haber pasado la infección por el virus. Los distintos datos de cardiopatías graves relacionadas con la vacunación suponen porcentajes ínfimos, además enfocados a unas edades concretas (adolescentes, sobre todo) y créeme que no me gusta referirme a todo esto cuando tú me hablas de casos trágicos cercanos, por mucho que no esté clara su relación con la vacuna, pero creo que es importante aclarar qué sabemos de verdad y qué no, de cara a evitar la desinformación. Todos nos podemos equivocar en una situación como esta.

      Lo del gobierno chino es para dar de comer aparte, y parecido en cuanto a la actitud de tantos políticos y personas influyentes, dicho de paso. Recordemos aquel consejo de Trump sobre la inyección de desinfectante. Luego está el asunto de la insolidaridad y las contradicciones globales que dejaron atrás a los países del tercer mundo, aun cuando al hacerlo los perjudicados fuésemos todos.

      Un abrazo.

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  2. No cabe duda que Dafoe fue uno de los antecesores del periodismo y que efectivamente hay muchos paralelismos entre la pesate sufrida entonces, su desarrollo y consecuencias y la que casi pasamos ya ahora y aunque por suuesto tampoco yo soy negacionista, estoy con el DR KRAPP que si bien la primera vacuna ayudó a que los casos de máxima gravedad disminuyeran, no es menos cierto que las sucesivas dosis no fueron más que un negocio redondo para las farmacéuticas, que si no fuera porque a partir de la tercera dosis la gente ya se hartó, tendríamos vacuna anual de por vida y sí, ha habido tantas secuelas desde su aplicación, que a saber lo que nos han inoculado ; ) Muchas gracias por este recorrido de tu mano por la novela de Dafoe.

    Un abrazo!

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    1. Como le digo al Doctor, no estoy de acuerdo con esa visión. Una cosa son los intereses de las farmacéuticas y otra las recomendaciones de los organismos sanitarios.

      Recientemente, la OMS ha desaconsejado la vacunación de nuevas dosis de refuerzo para personas inmunocompetentes (no así las personas de alto riesgo) y parece que una de las posibilidades futuras del virus es que se vuelva estacional, como la gripe, pero durante estos años el panorama era distinto. Las dosis de refuerzo ya han sido cosa de la decisión de cada cual, y eso es muy respetable, pero no ha habido oscuros intereses detrás de las recomendaciones sanitarias.

      Otra cosa, como digo, es que la estrategia comunicativa no siempre ha estado a la altura, y me refiero tanto a prensa, TV como a los políticos: ha habido aciertos y errores; a veces se ha pecado de alarmismo, de estrategias más basadas en el miedo que en la información veraz, lo que ha llevado al escepticismo y a todo tipo de opiniones.

      Gracias a ti por el comentario. Un abrazo.

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  3. Aunque no es el tema de fondo, si me lo permites, yo tb discrepo de tu manera de ver lo que ha ocurrido. Verás, hasta la cuarta dosis de vacunación, en esta comunidad ( Galicia) y me consta que en al menos cuatro más que conozco fue igual, la vacunación si bien sobre el papel no era obligatoria, lo fue de manera indirecta, por ejemplo, si querías presentarte a una oposición, que te renovaran el contrato en todas las empresas grandes o por ejemplo viajar a Portugal, necesitabas presentar el certificado con las tres vacunas. Solo con la cuarta dosis, cuando la comunidad científica alertó sobre el hecho de que sobreestimular el sistema inmunológico en exceso era contraproducente a partir de numerosos casos documentados, la OMS abandonó la recomendación institucional de esta cuarta dosis. La falta de credibilidad de la OMS, no se debe a la mala gestión de la información, o quizá tb, se debe fundamentalmente al hecho de que el grueso de su financiación se hace con cargo a aportaciones voluntarias que casualmente corren a cargo de Bill Gates y las farmacéuticas. Te dejo una página independiente donde te informa en profundidad, AQUÍ

    Y conste que como tú pienso que la primera dosis fue sumamente beneficiosa para neutralizar el rango letal del virus, al márgen de casos concretos ( por ejemplo, en mi familia murieron tres personas por efecto directo de la vacuna, dos de ellas tras haber pasado mes y medio en la UCI y superar la enfermedad, tras la cacunación una falleció a los 3 días y la otra, por cierto su esposa, a los 9 ... mucha casualidad ¿ no te parece ? y otras dos han padecido problemas cardiacos, supuestamente como consecuencia de la vacuna) pero bueno, en general considero que evitó muchas muertes, porque en aquel momneto el cobid generaba sñintomas graves, las dosis restantes, puro comercio RODIÓN, entre otras cosas porque el virus había mutado y no era de la misma cepa de la vacuna. Tengo a varios medicos en mi familia, todo esto lo sé por ellos, no por habladurías ; )

    Otro abrazo!

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    1. María, lo primero de todo, siento mucho lo que cuentas.

      Con respecto a la no obligatoriedad, me refería a la ‘dosis de recuerdo’, o sea, para entendernos, la cuarta dosis (que ya sabes que variaba dependiendo de cada situación), no a la pauta completa de vacunación, que serían las dosis anteriores. La de 'recuerdo' ha sido decisión de cada uno.

      No hay que olvidar que el objetivo principal siempre fue conseguir la suficiente inmunidad de rebaño, y todavía era importante frenar el contagio, por lo que desde la perspectiva global seguía siendo beneficiosa la vacuna en el balance de riesgos. Incluso teniendo en cuenta lo que apuntas, la posible (subrayo lo de ‘posible’) sobreestimulación del sistema inmunitario. Y a pesar de las continuas mutaciones del virus, las distintas vacunas y sus actualizaciones siguieron sirviendo en buena medida para lograr esa inmunidad pretendida, pues las variantes no se diferencian tan radicalmente.

      La OMS tiene defectos debidos a su alcance, su burocracia... Y por ello suele actuar tarde. Pero de ahí a privarla de toda credibilidad hay un trecho. La industria farmacéutica, por supuesto, tiene intereses económicos, pero insisto en separarlos de los consejos de la comunidad científica. Si los mezclamos, podríamos terminar alentando cualquier teoría de la conspiración.

      Un abrazo.

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  4. No se me había ocurrido ver el negacionismo y las teorías de la conspiración como un equivalente de las supersticiones de otros tiempos, pero me parece una relación acertada, al menos en ciertos casos.

    También es interesante observar cómo ha ido cambiando el papel de la literatura con los siglos. En tiempos en que el periodismo como tal no existía, o después, cuando sí existía pero era el único medio de información, la literatura cumplía también ese papel informativo, recogiendo sucesos cotidianos o extraordinarios, dejando constancia de los hechos y las circunstancias que se vivían en cada momento. Y el caso de Defoe es de los más ilustrativos, supongo.

    Un análisis estupendo de la obra, como es costumbre aquí.

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    1. Muchas gracias, Ángeles.

      Es interesante cómo la literatura ha jugado este y otros papeles en la sociedad, desde la información hasta la sublimación de los deseos colectivos, las amenazas, la crítica... Y en ello - relacionándolo un poco con tu última entrada - cabe tanto la literatura más acreditada como la de alcance más popular, si es que esta distinción tiene algún sentido, cosa que podemos poner en duda y en la que concuerdo contigo, pues encontramos obras de calidad en ambos terrenos. Defoe, por ejemplo, era mal considerado por los escritores del establishment culto de su época.

      Un abrazo.

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  5. Salvadas las distancias, tienes razón en los paralelismos que haces con nuestra pandemia. Son acontecimientos extremos que afectan a toda la población. El miedo activa mecanismos distintos en cada persona, desde los más generosos a los más rastreros. Desde luego, Defoe tenía olfato comercial al elegir sus temas, en eso también era un avanzado, así como en el formato, pues es más un ensayo histórico que una novela al uso.

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    1. Haces un buen señalamiento con eso de que Defoe tenía olfato comercial. Todas sus novelas se inspiran en casos reales que atraían la curiosidad de las gentes de su tiempo, de modo más o menos fiel, más o menos ficticio. Y como hemos repetido aquí tantas veces, él no las vendía como novelas, sino como testimonios reales.

      En tragedias como aquella vemos lo mejor y lo peor del ser humano, sin duda.

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  6. Ante todo, muchas gracias por el artículo. He tenido que comprobar la fecha de tu entrada para asegurarme de que era un artículo reciente. Es tranquilizador saber que aún sigue habiendo personas que hablan con propiedad y con argumentos sólidos sobre la pandemia.

    En un mundo en el que, como bien dices, ante las primeras evidencias de descenso de muertes la población se ha vuelto temeraria, es de agradecer encontrar a personas que mantienen la cordura y no se dejan convencer por el negacionismo, ni las teorías conspiranoicas. Quienes las defienden no saben que todas las pandemias van acompañadas de bulos y de negacionistas desde las primeras que tenemos constancia histórica hasta la que vivimos actualmente, porque, lamentable, la pandemia sigue aunque el mundo finja que acabó y se haya lanzado a la reinfección.

    Duelen los ojos y la cabeza al ver escribir mal a conciencia las palabras covid, mascarilla o vacuna para eludir los algoritmos y los bloqueos por difundir los bulos que tanto daño han hecho.

    La covid no es una enfermedad respiratoria, sino multisistémica, como bien sabrás, y las mayoría de las miocarditis se deben a las infecciones y reinfecciones y no a la vacuna (aunque como ha habido cierto número relacionado con ellas, ya se las culpa de todo). La vacuna llevaba en estudio casi una década, porque su fundamento de ARN estaba pensado para crear una vacuna contra ciertos tipos de cáncer. Se paralizaron los estudios de esta (que ahora se han retomado) y utilizaron esa tecnología adaptándola para la covid, por eso salieron tan rápido y fueron aprobadas de emergencia.

    Lamentablemente, creo que no se ha conseguido la inmunidad de grupo, que haya tantas reinfecciones es prueba de ello. Pero como ya no se hacen test, no se cuentan. Y hay gran cantidad de personas que creen que el virus ha desaparecido y que solo tienen un resfriado o una gripe en pleno mes de junio.

    Son totalmente acertadas las comparaciones que haces sobre la peste y el coronavirus, salvando las distancias, por supuesto. Me ha gustado mucho el artículo, tu argumentación frente a las respuestas, el respeto y la buena información. No abundan en estos tiempos.

    Modestamente, en 2020 hice una pequeña historia de las pandemias en mi blog y una comparativa histórica sobre la peste, la gripe de 1918 (mal llamada gripe española) y la covid donde era de destacar como se habían difundido bulos y había posturas negacionistas y antimascarillas entonces y ahora. No son nada originales. La historia se repite, lamentablemente, no aprendemos de ella.

    P.D. En 2020 leí "Jinete pálido" de Laura Spinney (sobre la gripe de 1918) y daba miedo ver cómo se repetía la historia paso a paso a tiempo real, incluso, habiendo terminado el libro, me puedo anticipar.

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    1. Gracias por tus palabras, MJ.

      En la entrada toco la reciente pandemia de modo tangencial, pero es inevitable referirnos a ella al escribir sobre este viejo libro. Voy a ser breve, solo puedo decir que suscribo tu mensaje por entero y te agradezco que dejes aquí esa valiosa información.

      Efectivamente, el virus no ha desaparecido, ni mucho menos, y sus efectos son distintos a los de la gripe, más imprevisibles y sistémicos. A pesar de que esta información básica lleva años en el conocimiento público, todavía hay quien niega la mayor. Tú hablas de los bulos camuflados en internet, que abundan por doquier, y es verdad que, tristemente, la historia se repite.

      Sin llegar a eso, también tenemos tantos casos de pequeñas imprudencias en entornos lúdicos y laborales, normalizados prácticamente desde que la pandemia dejó de ser noticia de primera plana: personas con evidentes síntomas que, una vez superada la época del miedo, se lanzan sin ningún cuidado al contacto directo con personas de cualquier edad o condición. Por supuesto, no se trata de defender de nuevo el miedo, pero sí de tomar, al menos, las mínimas medidas.

      Me apunto ese libro que recomiendas, del que no tenía noticia.

      Un saludo.

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