Castillos herrumbrosos, noches tormentosas y secretos ocultos en un viejo arcón. El género gótico nos ha legado muchos lugares comunes, pero siempre podemos disfrutar recorriendo sus intrincados pasadizos. En esta serie de entradas les propongo un breve recorrido a través de unas pocas obras del primer periodo, que nos llevarán a veces a otros lugares, como todo buen pasadizo. Así que prepárense para acompañarme, a poder ser portando una antorcha, aunque les advierto que el viento ululante se cuela por las grietas y pueden quedar sumergidos en la oscuridad.
Es verdad que, en sentido amplio, el gusto por lo escabroso no tiene nacionalidad, pero podemos afirmar sin tapujos que la paternidad del género es más británica que el té de las cinco. En parte, supongo que tuvo que ver el hecho de que Inglaterra avanzaba rápido hacia la modernidad, y si a sus libertades sumamos el puritanismo, que ya había producido obras como la de Richardson, entenderemos mejor aquella deriva en el gusto de la época. No debemos, sin embargo, caer en el error de equiparar el gótico al romanticismo que nacería algo después, por mucho que haya tantas obras que puedan definirse con ambas etiquetas.
Ya comentamos en este blog algunos precedentes ingleses en ciertos reportes de fantasmas de Defoe. Es un placer encontrarse con más huellas cuando uno menos se lo espera; así, por ejemplo, me sorprendió ver que, en Las aventuras de Roderick Random (1748), Tobias Smollett dejara constancia de esa nueva sensibilidad unos veinte años antes del nacimiento canónico del género:
‘Pero lo que me resultó más sorprendente, tratándose de una poetisa, fue que no hubiera la menor mención al amor en ninguno de sus escritos. Contabilicé cinco fragmentos de tragedias, cuyos títulos eran El filósofo severo, El doble asesinato, El traidor sacrílego, La caída de Lucifer y El último día. De ellos extraje que la autora era de temperamento sombrío y que su imaginación se deleitaba con temas siniestros.’
Al igual que el personaje de Smollett, podemos imaginarnos a Horace Walpole paseando de noche por las galerías de su palacete neogótico de Strawberry Hill, imaginando otras épocas, candelabro en mano. Sir Horace era hijo del que fue durante un tiempo la persona más poderosa de Inglaterra: Robert Walpole, el primero de los primeros ministros del Reino Unido, del partido whig, que también se ha dejado ver como figurante en este blog. Como hijo de su padre, aunque sin ambiciones políticas, Horace pudo disfrutar de un puesto estable en el Parlamento, lo que le permitió dedicarse a sus auténticas pasiones, convirtiéndose en uno de los primeros aristócratas ingleses que decantaron su gusto hacia la arquitectura medieval, considerada en su época un estilo insensato, excesivo y bárbaro, un resquicio del pasado nada acorde con los tiempos modernos de la razón. Lo ‘gótico’ había nacido tiempo atrás como apelativo despectivo para referirse a los tiempos oscuros anteriores al humanismo, el renacimiento del clasicismo y las formas armoniosas. Así pues, el modern gothic inglés del siglo XVIII surgió primero en la arquitectura como una extravagancia estética, una nostalgia por un pasado brumoso e idealizado, en reacción contra el racionalismo materialista de los tiempos modernos.
Este revival no se afincó en la arquitectura. En El vicario de Wakefield (1766) Oliver Goldsmith ridiculiza el nuevo gusto popular por lo truculento y el retorno de los viejos dramas de Shakespeare, y es precisamente este dramaturgo la influencia que cita Horace Walpole en su segundo prólogo a ‘El castillo de Otranto’ (1764), donde por fin asume su propia autoría, tras muchas dudas acerca del recibimiento de la que es considerada como la primera novela gótica inglesa. Nuestro autor mostró cómo las historias de fantasmas pueden aportar una lectura placentera. Su gothic story, tal como la denomina, acabaría bautizando el nuevo género literario, destinado a la simple evasión. La creación de Walpole marcó el camino, si bien de forma todavía tosca: el clásico villano, el castillo misterioso donde suceden hechos extraordinarios y la dama en apuros. La contribución principal en su momento, más allá de ese imaginario (y Walpole era consciente de su innovación) fue conciliar, en sus palabras, 'dos tipos de relato, el antiguo y el moderno', para crear así un drama escrito a la manera moderna, pero con los injertos irracionales de las viejas historias medievales: una modernización crepuscular de las novelas de caballerías.
He descrito la novela como ‘tosca’, y ciertamente sus personajes son arquetipos planos en una obra de marionetas de cartón piedra, con reacciones muy exageradas; todo ello contribuye a que pueda resultar, para el común lector de nuestros días, una novela trasnochada, y valga la palabra, pues según su autor la inspiración surgió a raíz de un mal sueño. Baste recordar su increíble comienzo, cuando el día de la boda del hijo de Manfred, señor de Otranto, con la bella Isabella, el novio aparece muerto bajo un yelmo emplumado de tamaño gigantesco que parece haberle caído de cielo. Es igualmente absurdo que Manfred culpe del suceso al campesino Theodore, como si éste hubiera podido levantar él solo aquel gigantesco casco, pero leer el Otranto supone abandonar temporalmente la racionalidad para entrar en un mundo de maravilla. Citando a Italo Calvino, ‘un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce en seguida su lugar en la genealogía’. Esto es exactamente lo que sucede aquí, y por eso recomiendo la novelita de Walpole a todo aficionado al género.
'Un terrible silencio reinaba en aquellas regiones subterráneas, salvo, de vez en cuando, algunas corrientes de aire que golpeaban las puertas que ella había franqueado, y cuyos goznes, al rechinar, proyectaban su eco por aquel largo laberinto de oscuridad'.
No puedo evitar apuntar algo más sobre la trama. Tras el surrealista inicio, el nudo arranca con la inesperada reacción del villano que, habiendo perdido la oportunidad de casar a su difunto hijo, decide unirse él mismo con la que iba a ser su nuera. La joven comenzará entonces su huida nocturna a través de las oscuras galerías del castillo. Pronto, nuevos personajes arrojarán algo de luz acerca del misterio dinástico que rodea al señorío de Otranto. Y es que todo el drama gira en torno a la usurpación de Manfred y sus decisiones egoístas; incluso logra tentar al noble padre de Isabella para que le conceda casarse con su hija, y lo consigue entregándole a su vez a su propia hija. Las diversas manifestaciones extrañas que irrumpen dentro del castillo alcanzan el clímax cuando el gigantesco fantasma del auténtico propietario destroza el viejo edificio. La dinastía de Manfred, maldita por la traición, estaba condenada a desaparecer. El final de El castillo de Otranto es delirante, pero allanará el camino a una de las principales ideas del gótico: nuestro mundo presente encierra en sus entrañas el mundo del pasado, y lo viejo asusta cuando viene a pedirnos cuentas.
Horace Walpole, El castillo de Otranto. Valdemar, 2008. Traducción de José Luis Moreno-Ruíz. Obra original publicada en 1764.
El pasadizo que les comentaba al principio nos traslada a dos cuentos muy posteriores. Nos moveremos primero tres cuartos de siglo hacia delante en el tiempo; la novela gótica ha tenido una larga vida y la sombra de su tumba es alargada. Desde Nueva Inglaterra, Edgar Allan Poe supone un canto de cisne, y nos fijaremos en uno de sus cuentos más famosos, La caída de la casa Usher (1839), pues ya desde mi primera lectura de Walpole pensé inevitablemente en este relato. Entiéndanme: entre ambas historias media un abismo, exceptuando ese único motivo común de la trama que se actualiza. Es casi paradójico que, en el comienzo del texto, Poe pretenda desvincularse explícitamente de la categoría estética de lo sublime, tan trabajada en el romanticismo, cuando realiza una descripción que hasta cierto punto puede caber en dicha categoría, si bien enfocándola en lo melancólico, en lugar del sobrecogimiento entusiasta de sus predecesores. La identificación entre los estados de ánimo y las descripciones físicas son una constante en el Genio de Boston: la arquitectura decadente refleja la depresión del narrador, comparada con ‘el despertar del fumador de opio’; la casa presenta unas ventanas ‘como ojos vacíos’.
El narrador asiste a la llamada de su viejo amigo y lo descubre atrapado en la vieja mansión familiar junto a su hermana. Ya conocen el resto. La grieta casi invisible que atraviesa la fachada es otra manifestación plástica de un mal inmaterial, esta vez de la vieja dinastía Usher condenada a desaparecer. El edificio gótico oprime a la pareja de hermanos, manteniéndolos en una vida insana que sugiere incesto y endogamia. Lo viejo, lo decadente, se revuelve para afectar en la vida de los personajes. Acercándose al clímax, Poe homenajea al género al hacer leer al narrador un pasaje de un viejo libro llamado Mad Trist, de sir Launcelot Canning, adelantándose a Borges en la recreación de libros imaginarios. Ethelred se enfrenta con el dragón mientras los pasos de la hermana se acercan por el pasillo. Al final, la casa entera se derrumbará, como en El castillo de Otranto.
Dadas las pequeñas dimensiones del tercer relato, sería una pena destriparlo para quien no lo haya leído. Por si acaso, aviso para navegantes: no lean una palabra más de este post si no conocen Casa tomada, de Julio Cortázar; abandonen el blog de inmediato y léanlo, no se arrepentirán. El pasadizo nos ha sacado definitivamente del género gótico y nos encontramos en el Buenos Aires de mediados del siglo pasado. Primero, Walpole nos llevó a Poe, y ahora Poe nos ha lanzado al más insigne de sus traductores al español, y uno de sus grandes lectores. La fantasía era algo connatural para el argentino, y su Bestiario es un conjunto de cuentos de miedo (así pueden ser definidos, sin complejos) que dan pie a diferentes interpretaciones. Me permito quedarme aquí con una sola de las posibles interpretaciones de Casa tomada, que abre el conjunto y actualiza el motivo de Poe en solo cinco páginas. Dicho de paso, también se relaciona con Walpole en el hecho de que la inspiración llegase a Cortázar, según su propio testimonio, a través de una pesadilla.
De nuevo nos las vemos con una pareja de hermanos (el narrador y su hermana Irene) de clase alta, vástagos de una antigua estirpe familiar y custodios de un caserón colonial. Al igual que Roderick Usher, aquí el hermano es aficionado a viejos libros, en este caso de procedencia francesa – muy ajena a los gustos populares del país – y la vida de ambos se sucede en una rutina apacible, hasta que el terror se da paso para alterar sus vidas. Si en la novela de Walpole, el injerto surrealista se manifestaba de forma explícita, a través de un gigante que nace desde el interior del castillo, en Casa tomada la amenaza consiste en la presencia indefinida de unos extraños que van dominando el caserón familiar, terminando por expulsar a sus actuales dueños. Familias condenadas a extinguirse y un pasado que retorna como destino de un presente decadente. No apaguen todavía la antorcha, porque nos hará falta.
'Mientras la contemplaba, la fisura se ensanchó rápidamente, pasó un furioso soplo del torbellino, todo el disco del satélite irrumpió de pronto ante mis ojos y mi espíritu vaciló al ver desmoronarse los poderosos muros, y hubo un largo y tumultuoso clamor como la voz de mil torrentes...'
Se me ha ocurrido mientras iba leyendo tu interesante texto, que quizás ese amor por lo gótico en la cultura británica quizás sea una reacción que traspasa el puro terreno literario y se manifiesta incluso en la arquitectura paisajista o en la filosofía.
ResponderEliminarPensemos en los diseños de los jardines británicos umbríos y espesos, "naturales" frente a la racionalidad y la geometría de los franceses tipo Versalles. Pensemos en la filosofía del XVIII con figuras como Locke, Hume o Hobbes en la que experiencia sensible se antepone a la pura racionalidad de Descartes o Leibniz.
No quiero establecer conclusiones pero podría ser interesante saber si es un fenómeno cultural global ya que mientras Goldsmith, DeFoe o Walpole triunfaban en un lugar en Francia Hasta el advenimiento de Sade y Chateubriand era el tiempo de la dramaturgia posterior a Moliere.
Saludos
Buena reflexión, Doctor, que comparto. Y creo que sí podríamos hablar de un fenómeno cultural global, hasta cierto punto. Sin duda el empirismo influyó mucho en la diferenciación con los vecinos del continente por los motivos a los que aludes. Si pensamos en el 'siglo del gusto' y el nacimiento de la Estética como disciplina filosófica, es inevitable acudir a los ingleses (con el permiso de Diderot), que desde premisas empiristas daban primacía a los sentidos y pretendían fundar la ética en las emociones o buscar una 'norma del gusto', como Hume. Defoe había estudiado a Locke, y diría que la invención de Richardson se apoyó en un moralismo compatible con el empirismo inglés. Buen ejemplo también el que pones de los pintorescos jardines ingleses, que fueron modelo para los románticos continentales, frente a los franceses. Ese magma cultural inglés, por así decir, los diferenciaba claramente.
EliminarClaro que tanto el gótico (tanto el que partía de una mirada ilustrada como el de calado más popular) como el romanticismo plantean problemas si ceñimos la explicación al empirismo inglés. Respecto al romanticismo, Isaiah Berlin, en su clásico ensayo 'Las raíces del romanticismo', considera que el genuino fue el alemán (su bestia negra), pues fue el que de verdad atacó frontalmente a la Ilustración, precisamente como reacción al racionalismo kantiano, y luego el alemán influyó a las demás vertientes.
Y respecto al género gótico, y compatible con el empirismo que comentas, veo la explicación en la modernidad e incluso la religión, que llevó paulatinamente a descreer en lo sobrenatural, y luego las revoluciones industriales del XIX, como apunta Ángeles, contribuyeron a ese gusto por los fantasmas y el espiritismo en Inglaterra. Por no hablar de la visión que desde Inglaterra se tenía del mundo católico: la leyenda negra fue fundamental en la novela gótica. En fin, tema muy interesante donde sin duda se mezclaron muchos factores.
Un saludo.
Magnífica entrada, Rodión, un placer para una amante del género como yo.
ResponderEliminarEs verdad lo que dices sobre el gusto británico por lo gótico, las historias de fantasmas y lo sobrenatural. Y sin duda los avances tecnológicos y científicos que se produjeron a partir de la Revolución Industrial tienen mucho que ver en el desarrollo del género. Es un tema que me interesa mucho.
Leí El Castillo de Otranto hace mucho tiempo, tanto, que tenía equivocado el recuerdo, pues en mi memoria lo que lo que le caía encima al pobre infortunado era una campana. Supongo que en su momento asocié la forma del yelmo a la de la campana y así se quedó en mi cabeza.
Y ahora, mientras iba leyendo sobre la Casa Usher estaba pensando en la Casa Tomada, así que en cierto modo te he leído el pensamiento (aunque no creo que tenga mucho mérito, la verdad :D).
Ya estoy deseando ver por qué otros pasadizos nos adentramos en las próximas entregas. Seguro que me encuentro con muchos buenos amigos :)
Por cierto, al leer el inicio de tu entrada (sobre todo lo de los lugares comunes :D) me he acordado de esto: https://juguetesdelviento.blogspot.com/2011/12/la-casa-oscura.html
Un saludo.
Muchas gracias, Ángeles, me alegro de que te interese especialmente. No creo que vaya a sorprenderte en esta serie, pues tienes más bagaje literario y conocerás a los amigos que aparecerán, pero el objetivo es disfrutar. Yo también soy muy dado al género desde siempre.
EliminarSí que es un asunto interesante el de las diferencias culturales en cuanto a gustos nacionales, y para lo que nos ocupa los ingleses son inexcusables. Aparte de todo lo que hemos mencionado, puede verse esa seña de identidad, a modo de herencia, hasta en su cine en el siglo XX. Hoy en día, con la globalización, supongo que se están difuminado esas diferencias más que nunca en la historia.
Lo que dices del Otranto y el yelmo me pasa también a mi con otros libros. En este caso, porque reseñé hace años El castillo de Otranto y lo releí el verano pasado. Que, por otro lado, está bien eso de olvidar pequeños detalles, de cara a disfrutar más de algunas relecturas.
Me ha enganchado mucho tu cuento 'La casa oscura'. Has clavado el estilo y el contenido, y no diré nada más para no destriparlo por si alguien cliquea en el enlace. Ya te lo he dicho alguna vez, pero escribes muy bien.
Un saludo.
:) Gracias!
EliminarInteresante artículo, me ha refrescado viejas lecturas de Poe y Cortazar. La novela gótica sí me parece que enlaza con el romanticismo en su gusto por lo sobrenatural y en reivindicar lo medieval. Como bien apuntas con viejos mimbres crea un género nuevo que a la postre es el precursor de todo el terror actual. A mi me resulta ingenuo y de argumentos delirantes, quizás ahí resida su encanto
ResponderEliminarGracias, Chafardero. Sí, ambos géneros tienen una fuerte relación. El gótico nació un poco antes, pero ya en el XIX llegan a ser ramas del mismo árbol, solapándose más o menos dependiendo del país o del autor. En cuanto al gusto por lo medieval, como bien dices, pronto fue un motivo muy romántico.
EliminarUn saludo.
He visto tu comentario en mi entrada de "Spanish Blogs Dream Team" y la curiosidad me ha llevado a visitar este excelente blog tuyo.
ResponderEliminarSiempre me ha gustado la literatura gótica, pero mis conocimientos sobre el género son bastante limitados.
Conozco a Poe, por supuesto. Tambien he leido de J.K Huysmans sus excelentes "Al Revés" de 1884, y "Allá Lejos" 1891. Pero hay un libro que hasta ahora ha sido mi favorito y que si me lo permites quiero recomendar aquí, se trata de "Melmoth el Errabundo" del clérigo Charles Maturin, escrito en 1820.
Me alegro mucho de haber encontrado este blog. A partir de ahora me tendrás como seguidor. Si me lo permites voy a a enlazarte en mi blog, para seguir tus posts. https://viejozapatomarron.blogspot.com/
Si te gusta haz tú lo mismo.
Un placer.
Antoni
Agradezco mucho tus palabras, Antoni. También me gusta el género gótico desde siempre, pero vaya por delante que no soy ningún experto, y por fortuna me queda por delante mucho por descubrir.
EliminarNo he leído a Huysmans, pero casualidad adquirí hace tiempo ''Allá lejos'' porque encontré la referencia en cierta novela de Houellebecq y me llamó la atención: a día de hoy lo sigo teniendo pendiente, pero cualquier día caerá (los libros pendientes se acumulan, ya se sabe). El que sí he leído (y varias veces) es 'Melmoth el errabundo': agradezco que lo recomiendes así, porque precisamente aparecerá en esta pequeña serie de entradas.
He echado un ojo a tu blog y creo que podré descubrir allí bastante buena música. Se ve que te gustan las selecciones personales, y me han llamado la atención de entrada varias.
Un saludo.