domingo, 23 de junio de 2024

La Celestina. Fernando de Rojas

Maja y Celestina al balcón (1808) Francisco de Goya.


Probablemente ustedes la estudiaron en la etapa escolar, si son españoles, o la leyeron directa o indirectamente, en alguna adaptación actual que limase sus asperezas, aunque con ello se dañase, en parte, su atractivo. Obra maestra de nuestras letras, hito que dejó tras de sí regueros de influencia, título ineludible de alcance universal. Ante un texto como este, hay quien pensará que solo cabe asentir y pasar página. Después de todo, no alcanza la amenidad del Lazarillo, ni es tampoco una narración al uso: obra teatral, novela dialogada... Su género resulta indefinido para el criterio moderno, y sus méritos, por sí solos, pueden no bastar al lector actual para lanzarse a la lectura. No pasaré a enumerar esos méritos, ni tampoco resumir una trama bien conocida, así que, una vez aceptada su importancia, intentaré darles algún argumento más de por qué recomiendo leerla hoy. Aquí cabrían muchas respuestas, pero os dejaré la mía.

La Celestina es un ojo de cerradura a nuestro pasado remoto: gracias a su tratamiento realista, viviremos en la Castilla de los Reyes Católicos como en ninguna otra obra de ficción. Pero además, descubriremos en el trayecto que, en toda época, el hombre es hombre, y para según qué cosas poco ha cambiado. Este es el necesario interés humano y universal sin el cual ningún libro atraviesa fronteras y permanece en el tiempo. Quizás sea necesario que el lector tenga, de antemano, esa curiosidad histórica por los detalles para saborear mejor la narración, que para mi resplandece sobre todo en las mencionadas partes realistas. Personajes como Sempronio, Pármeno, Areusa, y por supuesto todas las apariciones de Celestina son jugosas y traen consigo un bagaje auténtico que plantea curiosos y atrevidos dilemas del contexto social de la época. Por la contra, y siempre desde mi enfoque, la obra puede resentirse un poco en sus partes de narración idealista, como son algunos monólogos elevados de Calisto o el discurso final de Pleberio, que se crece en recursos estilísticos propios del amor cortés, hoy harto envejecidos.

Tan llena de lenguaje auténtico como de lenguaje de la literatura de su siglo y citas a los clásicos que, si bien funcionan en algunos personajes, son más extraños en otros. No olvidemos que esta obra se llamó en un principio Comedia de Calixto e Melibea, y solo después Tragicomedia... No en vano, el tono de humor está bien presente, a pesar del trágico final. 

 ¿Novela o teatro? ¿Hecha para ser leída en voz alta o más bien interpretada? Muchas piezas tiene este puzzle, y desde muchos ángulos se ha estudiado la Celestina, como acabó conociéndose finalmente la obra, en honor de su más insigne personaje, aunque no fuese concebido como el protagonista.



¿Quién es la Celestina? Puta vieja, vieja barbuda e alcoholada, hechizera... Alcahueta experta en arreglar virgos de doncellas y en lo que se tercie; alguien a quien se podía escupir impunemente al verla pasar. Los mismos que se rieron un día al ver cómo la emplumaban o la ponían a picota de público escarnio, serán mañana los que la saludarán y pedirán consejo. Celestina encarna en su retorcida figura todo lo que de ancestral y sabio tenía el pueblo llano, su cultura popular y sus mil y una artimañas de supervivencia. Fernando de Rojas (1470 - 1541) merece pasar a la historia tan solo por haber ofrecido este personaje a la literatura, uno más de entre los que pululaban en aquel entonces en pueblos y ciudades y aún mucho después. Como he dejado sentado, las intervenciones de Celestina son para mi las partes más interesantes de la obra, y su personaje luce tan creíble ahora como antaño; dependiendo si se encuentra ante Calisto, Melibea o alguno de los criados, el tono y hasta las facciones de la cara que la imaginamos son distintas.

''Celestina: Hijo, digo que, sin aquella, prendieron quatro vezes a tu madre, que Dios aya, sola e avn la vna le leuantaron que era bruxa, porque la hallaron de noche vnas candelillas, cogiendo tierra de vna encruzijada, e la touieron medio dia en vna escalera en la plaça, puesto vno como rocadero pintado en la cabeça. Pero cosas son que passan. Algo han de sufrir los hombres en este triste mundo para sustentar sus vidas e honrras. Veras quien fue Virgilio e que tanto supo; mas ya hauras oido como estouo en vn cesto colgado de vna torre, mirandole toda Roma. Pero por eso no dejo de ser honrrado ni perdio el nombre de Virgilo.

Pármeno: Verdad es lo que dizes. Pero esso no fue por justicia.

Celestina: ¡Calla, bouo! Poco sabes de achaque de yglesia e quanto es mejor por mano de justicia, que de otra manera. Sabialo mejor el cura, que Dios aya, que, viniendole a consolar, dixo que la sancta Escriptura tenia que bienauenturados eran los que padescian  persecucion por la justicia, que aquellos posserian el reino de los cielos. E mas que, segun todos dezian, a tuerto e sin razon e con falsos testigos e con rezios tormentos la hizieron aquella vez confesar lo que no era. Pero con su buen esfuerço.''

En aquella época todavía era la justicia civil la que castigaba a los brujos y hechiceras, cuyas practicas mágicas estaban muy arraigadas, muchas veces sin conciencia de error. Aquellas prácticas, llamadas por la Iglesia 'supersticiones' o 'sacrilegios', según fuese el objeto de la falta, estaban ciertamente muy extendidas, a pesar de los esfuerzos de los predicadores y de la justicia por erradicarlas. En el pasaje copiado, que considero interesante por la extraña empatía que ofrece el autor hacia el otro lado de la religiosidad popular, Celestina habla de su amiga Claudina, ya muerta. Ambas, tras sus diversos oficios destapados como viejas prostitutas, remendonas, matronas, vendedoras de todo tipo de consejos y comadreos, eran además brujas de las que paseaban de noche por los cementerios en busca de huesos, pelos u otros ingredientes para sus conjuraciones y engaños. Eran las brujas que se encaramaban al ahorcado para arrancarle algún diente, jugándose el tipo, tal como plasmó Goya en uno de sus aguafuertes. Y he aquí que la trama principal de la obra de Rojas se basa en uno de esos engaños que de tan buen arte daba la Celestina. Queda a discreción del lector opinar si aquello fue solo una artimaña más o un auténtico conjuro, pues la invocación diabólica y todo lo que se desencadena genera esa perfecta ambigüedad.

Detrás del enredo amoroso y la crítica abierta al engaño que generan esos encaprichamientos fatales en los jóvenes, así como la advertencia contra la codicia, las falsas amistades, los 'lisonjeros e malos sirvientes' y las 'mugeres falsas hechizeras', hay aquí una confrontación continua entre el deseo y el deber, así como entre las distintas culturas y estratos sociales. Esto queda subrayado en las referencias del autor al filósofo presocrático Heráclito y su concepción de la vida como eterna lucha, pues 'todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla'.



Fernando de Rojas, La Celestina. Clásicos castellanos, Espasa, 2010. Obra original publicada en 1499.

4 comentarios:

  1. Creo que la estructura dialogada es uno de los grandes logros de la obra, al presentarnos a los personajes de manera vívida y directa. Parece que estás escuchando a la propia Celestina hablarte de sus chanchullos. Y el retrato que hace del pueblo llano, el protagonista último de la obra, es muy avanzado para su época y llega hasta hoy igual de brillante.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Totalmente de acuerdo con tu comentario, Chafardero. Aparte del personaje que intitula y la trama asociada, que dejó para la posteridad el arquetipo de la celestina (por supuesto, con entrada en la RAE), para mí el interés principal está en esa autenticidad que describes y el acercamiento al pueblo llano.

      PD: Tengo pendiente leer tu última historia. Aunque no te comenté en su momento, pude disfrutar de la primera parte, y pronto me ocuparé de las otras.

      Eliminar
  2. Uf. Vuelvo a aquel bachillerato en el que esta era una de las obras estelares, junto a las novelas ejemplares de Cervantes, el Lazarillo y algunas más. Nos atraía el carácter semi "detectivesco" con el que afrontaba esta obra nuestro profesor, ya que hay algunas características un tanto anómalas,. empezando por el propio Fernando de Rojas, teórico "jurista" que solo por una vez escribió una obra literaria, más algunos detalles como el acróstico del principio o la suposición sobre si partía de un escrito anterior o fue todo idea suya.... Entre unas cosas y otras, me ha ido acompañando casi durante media vida. Y ahora que lo veo aquí, creo que volveré a leerlo: debe de hacer más de veinte años que no lo repaso.

    Lo que dice Chafardero sobre la escritura dialogada es otro de los detalles sobre los que incidía mucho nuestro profesor. Y es verdad que como retrato de una época tiene un gran valor, ya que no suele haber melindre: todo suena muy real, creíble. En ese sentido, también Quevedo lo era. Hay, como en casi toda la literatura de esta época, un tono moralista en algunos pasajes, pero es bastante reflexivo y cuadra muy bien con el conjunto.

    No sabía que su título inicial era el de "Comedia...". Creo que "Tragicomedia" es más coherente. Seguro que ya por entonces esa palabra tenía una cierta carga burlona.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo que aprende uno al escribir aquí... Pues no sabía nada del acróstico inicial de La Celestina y, si lo sabía, lo había olvidado. Mi lectura (más bien relectura) se ha ceñido, en este caso, a la propia obra y a lo que conocía de antemano de la mentalidad de la época. Acabo de informarme sobre el acróstico, leyendo esos inicios, y el asunto ''detectivesco'' por el autor me ha enganchado. Gracias por la aportación.

      Por no repetir mi respuesta a Chafardero, solo decir que suscribo tu valoración sobre los diálogos. Para mí, la inmersión histórica también es uno de los aspectos que más me atraen para acercarme a los clásicos, aparte del propio interés literario, evidentemente. Lo mismo podría decir del Lazarillo, el Guzmán y el Buscón: esa santa trinidad de la picaresca resulta fascinante como acercamiento a pie de suelo, aun con las diferencias de estilo de cada autor, y en estilo Quevedo era único.

      Saludos.

      Eliminar